Reflexiones sobre devenir creación, música y “contrahistoria”, junto a Lázara Yllarramendiz
Por Boris Alvarado, compositor y director de orquesta. Doctor (PhD) en Composición Musical en la Academia de Música Fryderyk Chopin de Varsovia, Polonia. Doctor (PhD) en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Chile)
Durante este último
tiempo, el Colegio de Compositores Latinoamericanos de Música de Arte, que
alberga a los exponentes más representativos de sus países, entre ellos los
compositores cubanos Guido López Gavilán (1944), Juan Piñera (1949), Roberto
Valera (1938), el fallecido Maestro Harold Gramatges (1918-2008) como Miembros
de Número y, Alfredo Diez Nieto (1918) como Miembro Honorario, ha venido
desarrollando una intensa actividad en torno a la difusión de la obra de sus
miembros y, los postulados aprobados
en el 2000, entre ellos, el de
ser: “un cuerpo colegiado internacional, no gubernamental, no político y
no lucrativo, cuyo objetivo principal es la difusión organizada, por todos los
medios al alcance, de la obra de sus miembros, contribuyendo así a crear una
imagen consistente de la música de arte relevante de Latinoamérica.”[1] Y,
dentro de este marco, hemos realizado
micro capítulos para obras específicas, que van dando cuenta del universo de
los creadores del Colegio. Este espacio audiovisual, se transmite y se
encuentra albergado en el Canal YouTube y la página Web del propio Colegio. Para
que llevara a cabo las presentaciones de cada espacio, tomé contacto con la
destacada y joven musicóloga cubana Lázara Yllarramendiz Alfonso.
“Lalau”, es Licenciada
en Musicología, Universidad de las Artes (ISA), miembro de la IASPM-AL
(Internacional Asociation for the Study of Popular Música - Rama
Latinoamericana) desde 2016, Premio Danilo Orozco 2017 de la UNEAC a la Mejor
Investigación de estudiantes de nivel superior, miembro de la Sección de
Crítica e Investigación de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) desde 2018.
Actualmente trabaja en la Dirección de Desarrollo Artístico del Instituto
Cubano de la Música.
Su
trabajo ha consistido en introducir, en un lenguaje simple, los aspectos
relevantes de las obras adentrándose en la artesanía desde diversos aspectos. En diálogo
frontal con Lalau, nos comenta que: Este
proyecto para mí es ante todo un reto. Las nuevas tecnologías de la
comunicación son un “espacio por descubrir” de socialización de contenidos, y
poder hacer musicología en medios virtuales es una maravilla, sobre todo por el
alcance que puede llegar a tener este tipo de iniciativas, como la que estoy
llevando a cabo, de conjunto con el Colegio de Compositores Latinoamericanos de
Música de Arte. Estos capítulos pilotos grabados en el mes de julio de 2020 son una oportunidad única
de comunicación, circulación de saberes a la vez vía de promoción para la obra
de los compositores del Colegio. Un modo de instrucción y aprendizaje para los
suscriptores del canal. Por otra
parte, el reto fundamental para este tipo de espacios virtuales es el lenguaje:
las dinámicas que tienen las redes sociales como YouTube requieren síntesis en
el discurso y no por ello simpleza en el lenguaje. Entonces, el proceso de
llevar horas de análisis y lecturas a 2 minutos de video es un
reto sin duda y a la misma vez uno de los ejercicios profesionales más
interesantes que he realizado hasta el momento.
Este
trabajo no es tan sencillo como pudiera ser pensado, pues, obliga a establecer
los marcos desde donde se abordará la situación de la creación. Uno de ellos, en
mi opinión, es que todo compositor ha de tener imperativos. El estar
escribiendo constantemente a partir de sus imágenes individuales y el
imperativo que se constituye a partir de la reflexión permanente de su hacer
creativo. Más aún, si no existe una “filosofía del arte” tampoco hay una
“estética”, en los términos en que estamos acostumbrados a comprenderla. En su
lugar, encontramos, una “filosofía de la creación” o conceptualización del acto
específico de crear y luego, se hallará una comprensión acerca de las
implicaciones fisiológicas de cada expresión artística para la conformación de
la subjetividad. Esto es lo que llamo, una ontología política del arte, cuyo
fin es potenciar la vida y liberar el cuerpo de lo que lo aprisiona. Al hacerse cargo del
hacer de cada compositor, en los tiempos que la imagen permite en su propio
transcurrir, Lalau,
lo ha reflejado con mucha
inteligencia. En sus palabras: El
proceso de preparación para los capítulos tuvo una premisa fundamental que es
incitar al público a la escucha de la obra. Para ello en cada capítulo resalté
la biografía del compositor, juicios estéticos míos sobre la obra
en alguna medida y sobre todo “lo latinoamericano” en la creación como un
motivo que, sin duda alguna, será de interés y disfrute de muchos. Lo más
significativo de esta experiencia ha
sido encontrarme y adentrarme en la obra de estos grandes compositores de la
música latinoamericana que son Marlos Nobre (Brasil), Boris Alvarado (Chile) y
Guido López-Gavilán (Cuba). Aunque había escuchado su música previamente, la
escucha analítica de las obras y la preparación de los guiones para cada video
han sido una experiencia única.
Sin duda, desde su visión, nos lleva de tránsito y
nos invita a comprender que el tiempo no es ni ha sido nunca lineal, que esta
temporalidad evolutiva es una recreación ficticia de un imaginario temporal
teleológico. La imagen de un tiempo lineal, en el que se situarían los
acontecimientos, se superarían formas de pensamiento, expresión y convenciones
que remitirían a las anteriores hasta encontrar su origen. Y, en lo específico,
a enfrentarnos a incitar al público para evitar la escritura “comentario”,
cuestión que es central a la herencia nietzscheana. En ese sentido, intentamos
combatir la idea de forjar la labor individual y colectiva del pensamiento, en
la fidelidad a una obra o a un autor. Y, en un sentido más profundo, se aspira
a crear conceptos y a producir un “mapa” orientado a reunir el pensamiento de creadores
aparentemente distanciados teórica y temporalmente. La música, deviene
vidente así vista. Y, lo es, porque invoca las sensaciones que persisten y
encarnan el acontecimiento para abrir en lo finito, toda la potencia del
infinito, de tal manera de hacer audible las fuerzas sonoras, como también toda
herencia de la tradición a partir de la experiencia de cada capítulo.
Cuando escribes música instrumental, extrapolas en
relación con uno mismo y con todas las partituras del pasado, próximo o lejano.[2]
Lalau se acerca
mucho a ello: El principal aporte que
encuentro en este espacio de
difusión es la presencia en la web de esa “otra música” que parece tan
distante a las nuevas generaciones y que no suele hacerse viral en las redes
sociales pero que es una música (la contemporánea) que puede gustar y quién
sabe si más de uno pone la obra en el playlist
de su reproductor de música; eso sería fantástico. También es una realidad que
estar en las redes sociales es hoy más que una banalidad y un motivo de ocio, un recurso
profesional de indudable valía. Para el Colegio, creo que le podría valer un
reconocimiento paralelo al que ya tienen a nivel institucional y del gremio
musical; es la oportunidad de ampliarse a otros públicos, a una nueva
plataforma y a ser reconocido también en el universo virtual. Esa tradición
que ahora podemos mirar de manera más
actual como la “otra música” que menciona Lalau, es la verdadera
presencia de la “geohistoria”. En términos nietzscheanos, es ante todo el conocimiento
minucioso de los elementos que componen la atmósfera que hace posible la fuerza
plástica de los pueblos y las civilizaciones, esto es, aquella que les concede
su carácter irrepetible y su ritmo incomparable. Se trata de que toda memoria
histórica, si bien es capaz de conservar la vida, es incapaz de crearla, pues
el exceso de historia resguarda la vida dando la espalda al devenir que
introduce el dinamismo y, en suma, a las circunstancias que llevan al hombre a
construir su medio exterior. Lo no-histórico –esa atmósfera que nutre el olvido
selectivo– designa una apertura al medio exterior y, con ello a una nueva
geografía “vital”, al horizonte en que pensamiento y vida se encuentran y, a
las circunstancias que nos fuerzan a pensar. Luego,
deshacerse de los prejuicios que entraña la “geografía historicista del
espíritu”, es un imperativo que hace imposible comprender la potencia creativa
de los hombres.
Lalau entra en el
eje central de la creación, cuando le corresponde interactuar, desde su
formación e intuición, con tres creadores plenos de diferencias y repeticiones y allí puede apreciar ese
elemento “geohistórico” del cual estamos hablando. “Los tres compositores que
han protagonizado los capítulos que ya tenemos en la web, Guido López- Gavilán, Marlos Nobre y Boris
Alvarado, tienen algo en común que a la misma vez diferencia su obra: la
América Latina. Creo que el hecho de ser latinoamericanos, pero vivir en
diferentes países con culturas tan diversas, sus estilos, su formación y otros
aspectos diferencian su obra; lo que le otorga una riqueza sin par a la música
que podemos escuchar no solo en estos videos sino en toda la producción musical
de estos autores. Por otra parte, ellos pertenecen a una vanguardia que
es referente para las generaciones que se consideran sus continuadores. Tienen
una particular manera de defender esa posición de vanguardia que me parece que
más que estandarte lo llevan como un estilo mismo de creación. Con ello quiero decir
que su música es de vanguardia no porque ellos se lo propongan, sino porque la
obra que crean suena a su tiempo, a esa segunda mitad del siglo XX, a estos
inicios del tercer milenio, a sus maestros, a los millones de experiencias
vividas y horas de música escuchada y analizada. Por eso creo que la música de
los compositores del Colegio ofrece una oportunidad al público de conocer qué
es la vanguardia y cómo suena desde perspectivas diversas y comprender que no
es solo música atonal: es
eso y mucho más. Como digo en el primer capítulo: “es posible disfrutar la
música contemporánea.” Esto, va en directa relación a aquella atadura impuesta
por el cuestionamiento de Jean-Fancois Lyotard, que decía:
Lo que se le aconseja (al artista) tanto por un
canal como por el otro es que suministre obras que en principio estén
relacionadas con temas que existen a los ojos del público al que están
destinadas y que, a continuación, estén hechas de tal manera que el público
reconozca aquello de lo que las obras tratan.(…) a falta de criterios
estéticos, sigue siendo posible y útil medir el valor de las obras por la
ganancia que se puede sacar de ellas.[3]
Luego de estos tres
primeros capítulos, cada
uno de estos compositores es
un actor que viene a formar parte y a ocupar un lugar en la cadena de
corrientes e ideas. Sus nombres están allí como meros traductores de una voz
que se escucha a través de ellos y, de un canto superior que no les pertenece,
pues éste es la propia voz de la razón que posee un origen y un destino, a
saber, realizarse como concepto. En ese discurso, los pensadores son los
custodios de las ideas, los garantes de un orden nunca antes conocido, pero que
toda la historia anterior inconscientemente prepara. Lógos y nómos, es
el hogar donde madura la razón y la libertad. Jean Luc Nancy, en su texto sobre
“el Arte hoy” dice:
En principio el arte no tiene que ver con la historia, ni
con la verdad, ni con el más allá metafísico o religioso: tiene relación con el
mundo, corresponde al mundo, él le responde y en cierto sentido responde por él.[4]
Me inclino a
pensar que somos parte de una “contrahistoria” que viene a ser un ejercicio
afirmativo del pensamiento contra la dialéctica, la negatividad fundadora y
heredera de la metafísica. Pienso que vamos cortando, abriendo, diferenciando,
señalando desvíos y transformaciones, componiendo pasajes y pliegues que no
guardan entre sí ninguna fidelidad a la unidad secreta o profunda de la Verdad,
sino que reflejan un travestismo expresivo que recibe el nombre de rizoma… que
es, lo múltiple de la creación. Allí, la historia no quiere ser “histórica” al
no acoplarse a la evidencia de la continuidad de pasado, presente y futuro o
progreso, entre antiguos y “modernos”. La historia es “contrahistórica” porque
deshace la historia, la continuidad y el progreso, en favor de la creación de
un plano para la coexistencia de ideas y conceptos que no cesan de resonar a
través de los tiempos. En la versatilidad de formas de entender la creación en
el Colegio, la “contrahistoria”, destruye el sentido común y nos hace ver que
la historia no está escrita, sino que se reescribe en ese diálogo entre épocas
distantes que mantienen vivo el arte. Esto es presente en el Colegio y Lalau reflexiona
sobre ello, advirtiendo que: Había
escuchado nombrar al Colegio en varias ocasiones, sobre todo cuando se trataba
de los compositores cubanos que lo integran: Guido López Gavilán, Roberto
Valera y Juan Piñera. Cuando uno escucha nombres como esos es inevitable pensar
en la calidad musical e intelectual que se reúne bajo el nombre del Colegio.
Así que esa fue mi primera impresión del Colegio aun cuando el proyecto no se
había gestado siquiera. Una vez estuve preparando los primeros capítulos y
escuché más música de los compositores que integran el Colegio comprendí aún
más la magnitud de la empresa en la que me estaba involucrando. A la misma vez
deseaba y deseo que los videos ofrezcan, a quienes llegan por primera vez al
Canal de YouTube del Colegio, la oportunidad de conocer, reconocer y disfrutar
de las obras de arte que son cada una de las obras de estos compositores
latinoamericanos. Cada vez me interesa más el trabajo del Colegio, a la misma
vez que lo considero realmente importante para la presencia, visibilidad y
asociaciones de los creadores que conforman el gremio de compositores
latinoamericanos. Se
trata, como le digo a mis alumnos de composición, de que es un corte sin imagen preconcebida y que
tiende un pensamiento en su devenir que nos lleva a lo exterior de lo
percibido. Hablamos de que, si no tiene presente es por
acontecimiento y permite con ello, coincidir el futuro todavía no ahí, sin embargo,
ya ahí y, el pasado aún presente y sin embargo ya pasado, como en la paradoja
del devenir de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll:
Cuando digo ‘Alicia crece’, quiero decir que se vuelve
más alta de lo que era. Pero con ello mismo, también, se vuelve más pequeña de
lo que es ahora.[5]
Otro de los aspectos enfrentados por Lalau, en esta nueva
creación acontecida y observada con mucha intuición, es la labor de la interpretación
en la deconstrucción del cuerpo para un nuevo intérprete, como queda de
manifiesto en “Toque” de Guido López-Gavilán en el capítulo 2, donde está al
piano Leonardo Gell trabajando el sonido y la música dentro de la caja de
resonancia y en el teclado del instrumento con dos actitudes absolutamente
distintas y, que no es sólo técnica, sino un cuerpo que entra en estado de “simulacro”.[6]
Esto es, una suerte de membranas invisibles y efímeras emanadas de los cuerpos
que al entrar en contacto con nuestros órganos sensibles producen la visión, la
escucha, etc. Son tan finos que no son perceptibles en sí mismos, sino que
percibimos un conjunto de “simulacros” semejantes entre sí y que producen la
imagen coherente que sentimos:
El sentido, lo expresado de la proposición, sería
entonces irreductible a los estados de cosas individuales, y a las imágenes
particulares, y a las creencias personales, y a los conceptos universales y
generales. Los estoicos supieron decirlo: ni palabra, ni cuerpo, ni
representación sensible, ni
representación racional.[7]
En “Neyma” (2017)
para violín solo, nuestra musicóloga me indaga en la alquimia de la creación,
antes de que una nota “suene” a sonido, pues su carácter de sensación ya ha
expresado su estado más lógico desde el acontecer del nombre. A partir de allí,
hablamos de una creación de entes sonoros, como podría
ser el paradójico efecto de estatismo producido por la neutralización de muchas
líneas individualmente muy rápidas o la creación de sensaciones lineales
dislocadas en las que el oído salta de una voz a otra mediante la construcción
de un continuo gradualmente cambiante, aún en la polifonía de un instrumento
solo.
Las artes nacen de una relación mutua de proximidad
y exclusión, de atracción y repulsión, y sus obras respectivas actúan y se
sustentan en esa doble relación.[8]
Es que cada obra
producida posee una doble finalidad: insertarse en una red social que se la
apropie o la rechace, y celebrar, una vez más, el Universo del arte en cuanto
precisamente está en constante peligro de derrumbe, que es lo que le confiere
esta perennidad en eclipse, y que es su función de ruptura con las formas y
significaciones que rigen trivialmente en el campo social, al mismo tiempo que
tranzan el arte por devenir mercado. Lalau —a mi juicio— comprende que: “No es
menos cierto que otros géneros y estilos musicales tienen más presencia y
popularidad en la web, pero creo que no se trata de popularidad sino de la
existencia misma en la Red de redes y las posibilidades que eso brinda para
tejer puntos de creación, promoción y circulación del arte. Por tanto, comenzar
este proyecto de conjunto con el Colegio de Compositores Latinoamericanos de
Música de Arte es una oportunidad de aprendizaje a la vez que de actualización
y proyección de mi labor en plataformas digitales.”
Y de allí, el valor
de su aporte en la conducción, en su capacidad, en su intento por “incitar” a
ese lejano público para acercarse a esta nueva música, considerando en mi
opinión, el entendimiento por diferencia y la anomalía de la repetición, por el
simulacro de ser otro.
[1]
Manuel De Elías, Contrapuntos, El Colegio de Compositores
Latinoamericanos de Música de Arte. Su Nacimiento, Editorial Archipiélago
A.C, México, D.F. pág. 7.
[2] Véase Pierre Boulez, La escritura del gesto, conversaciones con Cécile Gilly, Gedisa Editorial, Barcelona, 2003 p.107.
[3] Véase
Jean F. Lyotard, La posmodernidad, Gedisa Editorial, 2012, España,
pág.18.
[4]
Véase Jean L. Nancy, El Arte Hoy,
Editorial Prometeo, Buenos Aires 2014, pág.68
[5]
Véase Gilles Deleuze, Lógica del Sentido,
Editorial Paidos Surcos,2011, Madrid, pág.27.
[6] El
“simulacro” sería el soporte de la teoría de Tito Lucrecio Caro de la
percepción y las ilusiones, desarrollado en el cuarto libro “De rerum natura” (Siglo I a.C).
[7]
Véase Gilles Deleuze, Logique du Sens,
Les Éditions de Minuit, París, 1969, p.31.
[8] Véase
Jean L. Nancy, Las artes se hacen unas
contra otras, en Las Musas,
Amorrortu, Buenos Aires, 2008 pág.137