La concepción de tiempo y paradoja en "Alicia en el país de las maravillas" y "A través del espejo" de Lewis Carroll.

 







                                                                    Dr. Boris Alvarado, compositor y filósofo, Chile




En “Lógica del sentido” (1969), texto de Deleuze, podemos ver una línea de continuidad muy fuerte con la literatura y con la obra del escritor inglés Lewis Carroll (1832-1898). Sobre la génesis de este libro, Deleuze se refiere en una carta del 12 de abril de 1968 al editor Jean Piel: 

“Me había puesto con uno de esos artículos, sobre Lewis Carroll. Pero ha tomado un tamaño tan grande, y se ha desarrollado de manera de hacer un libro, no exactamente sobre Lewis Carroll, sino sobre la lógica del sentido en general (…) Sería por tanto una “suerte” de libro sobre Carroll. (Deleuze, 2016: 37).

 

Deleuze lee las paradojas de “Alicia en el país de las maravillas” y “A través del espejo” de Carroll, como primera concentración de las paradojas del sentido, y donde realiza una lectura espacial o geográfica para lograr construir su sistema ontológico a través de las metáforas espaciales presentes en la filosofía. 

Una de las afirmaciones de Deleuze, es que Carroll es un muy hábil escritor de las superficies, considerando que desde tiempos remotos la filosofía ha establecido tres territorios: la altura, que en Platón es el espacio de las ideas y las formas puras e inteligibles, alegorizado en la idea del afuera de la caverna y la necesaria ascensión del filósofo; en segundo lugar la profundidad, la caverna y lo subterráneo, exploradas por Nietzsche y Freud,  y un tercer lugar o dimensión que es la superficie, el pliegue que articula la profundidad y la altura. Este espacio es el que Deleuze señala que ha sido pensado por estoicos y también por Carroll desde la literatura: “Esta operación inaugurada por los estoicos, Lewis Carroll la efectúa por su cuenta, la recupera.”[1]  

La superficie es el lugar del sentido y el acontecimiento, y en toda la obra de Carroll se trata de los acontecimientos en su diferencia con los seres, las cosas y estados de cosas. Si vemos “Alicia y el país de las maravillas”, Deleuze establece una lectura espacial que divide la obra a partir de características geográficas y espaciales. El principio de Alicia buscaría el secreto de los acontecimientos y de su devenir ilimitado, buscado en la profundidad de la tierra y en los pozos y madrigueras que se cavan. 

Allí se metió Alicia al instante, tras él, sin pensar ni por un solo momento cómo se las ingeniaría para volver a salir. Por un trecho, la madriguera seguía recta como un túnel, y luego, de repente, se hundía; tan de repente que Alicia no tuvo ni un instante para pensar en detenerse, sino que se vio cayendo por lo que parecía ser un pozo muy profundo. O el pozo era muy profundo o ella caía muy despacio; el caso es que, conforme iba cayendo, tenía tiempo sobrado para mirar alrededor y preguntarse qué iría a suceder después. Primero trató de mirar abajo y averiguar adónde se dirigía, pero estaba demasiado oscuro para ver nada; luego miró las paredes del pozo y advirtió que estaban llenas de alacenas y estantes. Veía, aquí y allá, mapas y cuadros colgados.”[2]

 

En este contexto hablamos del entrecruzamiento de cuerpos y de su propio hundimiento. El capítulo con que se inicia el libro, nos referimos a  “En la madriguera del conejo” y la caída de Alicia por el pozo profundo, marcan el inicio de esta interpretación en Deleuze. Pero mas adelante, aparecen movimientos laterales de deslizamiento, de izquierda hacia derecha y viceversa. Hay una recuperación de las superficies donde los animales de las profundidades se tornan secundarios para dar paso  a la escena de las figuras de cartas sin espesor, en un jardín de superficie en el capítulo VIII “El croquet de la reina”. 

Deleuze lee estos dos momentos como un despliegue y conversión a lo ancho de la profundidad y el devenir sin límites de los acontecimientos pasa a sostener esa anchura que se recupera, y decimos: “Los acontecimientos son como los cristales, no ocurren no crecen sino por los bordes, sobre los bordes.”[3]

La superficie hace referencia a la vuelta a un espacio que no pertenece ni a la altura platónica ni a las profundidades. Y si no hay nada que ver detrás del telón, es que todo lo visible, toda la ciencia posible está a lo largo del el y es suficiente con seguir desde lejos pero estrechamente, y lo bastante superficial como para invertir lo derecho con la intensión con que la derecha se vuelva izquierda y vice versa. 

Las aventuras de Alicia en realidad son en singular, es la aventura del ascenso a la superficie y el descubrimiento de la frontera, el abandono de la falsa profundidad. Sucede lo mismo y de forma más clara en “Alicia a través del espejo”.

“Mientras hablaba, Alicia la retiró de la mesa y empezó a sacudirla hacia atrás y hacia delante con todas sus fuerzas.

La Reina roja no ofreció la menor resistencia: tan sólo ocurrió que su cara se fue empequeñeciendo mientras que los ojos se le agrandaban y se le iban poniendo verdes; y mientras Alicia continuaba sacudiéndola, seguía haciéndose más pequeña…, y más gorda…, y más suave…, y más redonda…, y …”[4]

 

Los acontecimientos de las cosas y sus diferencias no son buscados en profundidad, sino en la superficie, por ejemplo en el espejo o en el tablero. Es siguiendo los límites de frontera, bordeando la superficie como ocurre en los cuerpos hacia lo incorporal estoico. Se trata de que es el descubrimiento de la niña, que no crece ni disminuye sino por los bordes y superficie para enrojecer y verdear. Ella sabe que los acontecimientos son lo propio de los cuerpos, pues los cortan y los maltratan, en la medida en que recorren su extensión sin profundidad. La ontología de Deleuze desde la que se lee a Carroll distingue el mundo de los cuerpos y sus relaciones —que se atraen, repelen— y por otro lado el efecto de esas relaciones entre los cuerpos que se producen en la superficie; esos efectos incorporales son los acontecimientos y se dan en el mundo del sentido. Pero además de estas dos, está la dimensión del lenguaje: La primera gran dualidad era la de las causas y los efectos, de las cosas corporales y los acontecimientos incorporales. 

Pero, en la medida en que los acontecimientos-efectos no existen fuera de las proposiciones que los expresan, esta dualidad se prolonga en la de las cosas y las proposiciones, los cuerpos y el lenguaje. 

“En este mundo plano del sentido-acontecimiento, o de lo expresable-atributo, es en donde Lewis Caroll instala toda su obra.”[5]

En este fragmento se observa la operación de lectura en la obra de Carroll con respecto a la localización de las dimensiones de su ontología. Nos referimos a la del cuerpo en el comer, y la de los efectos expresados en el lenguaje en el hablar ilustradas en el momento de la cena cortesana de “Alicia a través del espejo”. 

Comer lo que se nos presenta o ser presentado a lo que se come. Ahora bien, las proposiciones y los cuerpos, representados por el comer y el hablar se conectan en la superficie, en el sentido: 

“Las cosas y las proposiciones están menos en una dualidad radical que a uno y otro lado de una frontera representada por el sentido. Esta frontera no los mezcla, no los reúne (no hay monismo ni dualismo), es más bien como la articulación de su diferencia: cuerpo/lenguaje.”[6]

 

Deleuze interpreta la idea de “impenetrabilidad” como la impasibilidad de los acontecimientos a las acciones y pasiones de los cuerpos, la “impenetrabilidad” es de los incorporales sin espesor a las mezclas y penetraciones recíprocas de las sustancias. La “estrecha pared” en la lectura de “Lógica del sentido” representa la superficie, el sentido, que posee una cara hacia cada lado. Con respecto a estas dos dimensiones, Deleuze recurre a la tesis del estructuralismo de las dos series de significantes y de significados, pero pensadas para la serie del estado de cosas y de las proposiciones, con una fuerte disparidad entre sí. Esta mirada también la hace jugar en su lectura de Carroll: “Lewis Carroll es el explorador, el instaurador de un método serial en literatura. En él se encuentran varios procedimientos de desarrollos en series.”[7]

Una serie de proposiciones y de “consumiciones” (comer-hablar), son las que nos vamos encontrando en la medida en que entramos a la obra de Caroll. 

De allí, las expresiones puras y las designaciones. Estas series divergentes, la verbal y la alimentaria, son conectadas por las “palabras esotéricas” en Carroll, que son el sin sentido que anima las dos series, al mismo tiempo que las dota de sentido al circular a través de ellas. Estas casillas vacías y su ubicuidad  son explicadas por Deleuze en tres clases: 

“«(…) la variedad de estos nombres se explica fácilmente: ninguno de ellos es la palabra circulante misma, sino más bien un nombre para designarla. La palabra circulante misma  es de otra naturaleza: en principio, es la casilla vacía, la estantería vacía, la palabra blanca…(…) Esta palabra también se ‘llama’ nombres que que señalan evanescencias y desplazamientos: el Snark es invisible y el Phplizz es casi una onomatopeya de lo que se desvanece.”[8]

 

Por otro lado, la escena de  la “Liebre de Marzo y el Sombrero” permite dar cuenta de las dos direcciones simultáneas del Aión. A diferencia del presente como tiempo del Cronos de los cuerpos, en el acontecimiento y en la singularidad de las paradojas nada empieza ni termina, todo va en el sentido del futuro y del pasado a la vez. 

“El lenguaje es quien fija los límites pero es también él quien sobrepasa los límites y los restituye a la equivalencia infinita de un devenir ilimitado.(…)Trastocamiento de la víspera y el mañana esquivando siempre el presente ‘mermelada ayer y mañana, pero nunca hoy’.“[9]

 

En “Lógica del sentido”, Deleuze menciona y define la idea de “campo trascendental”, que se opone a la distinción entre un sujeto que crea las condiciones de posibilidad del objeto, al que se opone la idea de “campo trascendental” que supone un fondo preindividual, impersonal o prepersonal que hace aparecer al sujeto y que ya no es fundamento de la experiencia: 

“El individuo siempre es algo, nacido, como Eva de una costilla de Adán, de una singularidad prolongada sobre una línea de ordinarios a partir del campo trascendental preindividual. (…) En la obra de Lewis Carroll, Alicia sería más bien como el individúo, la mónada que descubre el sentido, y presiente ya el sinsentido, remontando a la superficie a partir de un mundo en el que se zambulle, pero que también se envuelve en ella y le impone la dura ley de las mezclas.[10]

 

Los trastrocamientos de las aventuras de Alicia, los acontecimientos en tanto devenir, tienen además la consecuencia de impugnar la identidad personal del personaje, a partir de los episodios en que Alicia crece y disminuye luego de la  ingesta de comidas. Deleuze explica que en los fenómenos de crecimiento ella se vuelve mayor de lo que era pero, por eso mismo, se vuelve más pequeña de lo que es ahora debido a la simultaneidad del devenir. Donde por una parte esquiva el presente-el tiempo del acontecimiento es el Aión, no el Cronos- y al mismo tiempo se vuelve mayor de lo que era y se hace más pequeña de lo que se vuelve. En el devenir no hay distinción entre antes y después, pasado y futuro, se avanza en los dos sentidos a la vez, afirmados en las paradojas de Carroll. 

Si los escritores, siguiendo a Deleuze, son videntes y oyentes que apuntan a las potencias no visibles de una época y por lo tanto crean una nueva lengua —en el caso de Proust un mundo de signos, en el caso de Carroll la exploración de la superficie y sus paradojas—, la filosofía se conecta con ellas y lo que dan a pensar

El libro como máquina —tal como lo han explicado Deleuze y Guattari en Mil mesetas ante los reproches de su recurrencia a los literatos, se conecta con otras máquinas y específicamente con la de la literatura, en la que lo que importa no es el sentido sino justamente su uso, son estas conexiones que dan lugar a las hibridaciones entre literatura y filosofía de la obra en Deleuze.



[1]Véase, Deleuze Gilles, Logique du sens, Les Edition de Minuit, Paris, 2012 pág.19 

[2] Caroll Lewis, Alicia en el País de las Maravillas, Fondo de Cultura Económica, México, 2012, pág.8

[3]Véase, Deleuze Gilles, Logique du sens, Les Edition de Minuit, Paris, 2012 pág.19 

[4] Caroll Lewis, Alicia a través del espejo, Alianza Editorial, Madrid, 1990, pág.177

[5]Véase, Deleuze Gilles, Logique du sens, Les Edition de Minuit, Paris, 2012 pág. 34

[6]Véase Deleuze Gilles, Logique du sens, Les Edition de Minuit, Paris, 2012 pág. 37

[7]Véase, Deleuze Gilles, Logique du sens, Les Edition de Minuit, Paris, 2012 pág. 57

[8] Véase, Deleuze Gilles, Logique du sens, Les Edition de Minuit, Paris, 2012 pág. 59

[9]Véase, Deleuze Gilles, Logique du sens, Les Edition de Minuit, Paris, 2012 pág. 11

[10]Véase, Deleuze Gilles, Logique du sens, Les Edition de Minuit, Paris, 2012 pág. 142

 

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