"El reggaetón repartero: ¿luz u oscuridad?" por Leannelis Cárdenas Díaz, Musicóloga (Cuba)

 



                                                                       Por  Leannelis Cárdenas Díaz, Musicóloga (CIDMUC)


Musicóloga y cantante. Graduada en Musicología en el Instituto Superior de Arte ISA. Musicóloga del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana y Asesora de la Sección de Música en la sede nacional de la Asociación Hermanos Saiz. Colabora con la revista digital Magazine AM:PM. Cantante de la agrupación musical Interactivo (música alternativa) y backing vocals en “El Micha” (música urbana). 


Históricamente, las músicas o expresiones musicales enmarcadas en lo urbano han propiciado opiniones diversas. Debido a sus características, principalmente su función social, cada expresión musical perteneciente esta escena ha tenido la capacidad de crear polémica tanto entre el público que lo consume, como entre los propios exponentes que la defienden. 

Los géneros urbanos desarrollados o gestados en Cuba no han quedado exentos de toda suerte de juicios de valor. Desde el propio movimiento del Rap, hasta el tan polémico reguetón (expresión musical que aún hoy, luego de 20 años resulta tema de debate), los estilos de la música urbana han sido motivo de desconcierto para muchos. La capacidad de “evolucionar” o de mutar de estas expresiones, apoyada en la globalización y mediatización de la información, y el empleo y desarrollo de las plataformas digitales como principales vías de promoción y difusión de la creación musical contemporánea, han revolucionado la realidad sonora actual mundial. La velocidad del proceso de gestación de dichos géneros o subgéneros (según sea el caso), resulta casi surrealista y repercute día a día en la práctica de las músicas populares. 

Entre las expresiones urbanas que hoy invaden el contexto sonoro actual en nuestro país, hay una en específico que resulta prácticamente desconocida, a pesar que de manera intencionada o no, forma parte de la banda sonora de todos cubanos. Quién no ha tenido la suerte, al montar en un taxi o en un bus, de escuchar los temas Palón Divino I y II de Chocolate, o en su defecto Palito Presidiario o Pa´ que guarachee Santa Claus de K-N-M, al entrar en una cafetería o en cualquier fiesta de vecino, Normalmente de Wildey o cualquier otro ejemplo. Nos guste o no, la realidad es que el reguetón repartero[1], es de las expresiones de la música urbana nacida en Cuba, que más se consume hoy día entre nuestros jóvenes, convirtiéndose en tendencia para gran parte de la sociedad cubana.

Para varias personas, resulta difícil entender cómo en tan poco tiempo este tipo de música se posicionó de una manera tan sólida en la preferencia del público cubano. Ya sea por la agresividad de sus textos, la vulgaridad de sus letras, lo básico o elemental de los recursos de su composición musical (por así decirlo), o la estética marginal que defienden en mayor medida sus principales exponentes; una gran parte del público cubano (incluidos los músicos o artistas que defienden otro tipo de creación sonora), ha desarrollado una especie de fobia o repulsión al reguetón repartero. Aun así, y a pesar de las críticas constantes por parte de las instituciones decisoras de política cultural, de destacados músicos cubanos y hasta de un gran porciento de la población de la isla, la producción de este tipo de música va en ascenso cada vez más y con ella, su popularidad y consumo; por lo que resulta sumamente importante al menos intentar entender el por qué de su aceptación. 

Es entonces cuando se impone la necesidad de plantearnos las siguientes interrogantes: 

¿Cómo es que un tipo de música con tantos detractores logra mantenerse en la preferencia del público? ¿Existen nexos con nuestra música popular/tradicional? ¿Acaso ha llegado el momento de adentrarnos en este fenómeno, despojarnos de todo prejuicio e intentar buscar respuestas?¿Es simplemente música banal, básica, facilista o quizás responde a todo un entramado social complejo que justifica su consumo y sustenta su creación? ¿Acaso tiene algo que aportar al resto de la creación musical cubana? A lo mejor ha llegado la hora de abrirnos a nuevas posibilidades sonoras y permitirnos dialogar con otras formas de expresión popular.

Para entender o al menos acercarnos de forma desprejuiciada a la dinámica de este tipo de creación, creo que debemos apoyarnos en uno de los grandes maestros de la musicología cubana: Danilo Orozco, quien para suerte nuestra en su artículo Que está pasando Asere,[2] dedicado a desentrañar los procesos genéricos, estableció una serie de elementos a tener en cuenta a la hora de explicar ciertos comportamientos: 

El género musical se origina y construye en la praxis sociomusical de individuos –creadores y participantes-, insertos en grupos sociales o comunidades que establecen espacios y ciclos específicos de realización genérica (incluso mediáticos, en la modernidad globalizada). Muchos de esos géneros se ubican y sedimentan en una etnia, clase o sector social determinado, que en ese caso devendría componente identitario específico o minired de relaciones, dentro del gran entramado social. Otros, mediante contactos de diversa índole, interinfluencias, intercambios, apropiaciones y reinserciones, atraviesan diversos sectores sociales, y hasta se convierten en una expresión nacional, regional o internacional.

Siguiendo la línea de pensamiento del maestro Orozco, podemos concluir que la creación, desarrollo y sedimentación de un género musical o tipo genérico cualquiera, en específico del reggaetón repartero, responde en primer lugar a las características de la praxis musical de individuos, quienes expresan sus necesidades socio-musicales a partir de su creación. Basados en esta idea, se puede decir que todo género, subgénero, variante genérica o estilo musical, no es más que un rasgo identitario de la expresión popular, ya sea de una región, nación o de un continente. 

Debido a que es un estilo netamente popular, gestado y desarrollado a partir del conocimiento empírico de sus creadores, resulta muy difícil establecer denominaciones que nos expliquen el fenómeno de una manera más “académica”. De ser posible, esto facilitaría su entendimiento para aquellos que no tienen una relación cercana con esta expresión, mientras que serviría de ayuda a los propios exponentes del reparterismo para sentar plataformas teóricas más sólidas. Aun así, no se puede negar la existencia de una estructura musical base para toda la producción de reggaetón repartero. Dicho esquema estructural puede variar en el orden de las partes, pero nunca en las partes per se

Otro aspecto que, al menos en lo personal, resulta atractivo, es la capacidad de asimilación de rasgos distintivos de otros géneros dentro del reparterismo, a la vez que, otras expresiones de la música popular cubana asumen elementos propios del reggaetón repartero dentro de su praxis. Cada vez se hace más común encontrar un coro repadentro de un tema de música popular (Ejemplo BajandaEl guachineoYo soñé, etc.).[3] Así mismo, resulta igualmente común el hecho de encontrarnos producciones del reggaetón repartero en las que ya asoman tumbaos cubanos, al mismo tiempo que se vislumbran diseños melódicos a cargo de los metales, recordando los mambos de géneros como la timba. 

Esta idea nos permite remitirnos nuevamente a Orozco quien además decía: 

En el correlato del género/tipo genérico se presentan comportamientos y regularidades (siempre flexibles o cambiantes) que se establecen en el proceso interno; accionan hábitos codificadores (no en un código unívoco) inherentes a su proceso dinámico. Las presuntas fronteras genéricas devienen abiertas, con umbrales móviles o borroscosos, cruces, superposiciones, en una dinámica fundamental del proceso que explica ocurrencias y comportamientos de toda índole, se dan denominaciones o categorizaciones del género musical, aplicadas por los propios creadores (participantes-usuarios y perceptores potenciales).[4]

Resulta entonces más que necesario, empezar a establecer y a concientizar la interrelación y retroalimentación del reggaetón repartero con muchos otros géneros de la música popular cubana. 

A pesar de que ya desde el año 2010, con el tema El Campismo o Parapapampa de Chocolate se puede considerar que comienza a gestarse una nueva forma de hacer dentro del reguetón, la cual diverge un poco de los modelos consolidados hasta el momento, no es hasta la aparición del tema Palón Divino I de las manos del propio Chocolate hace un par de años, que se puede hablar del reparterismo propiamente dicho dentro de la música cubana. Es con esta canción que quedan establecidos a nivel sonoro, textual y estético los rasgos estilísticos de dicha expresión. 

A este ejemplo le siguieron temas tan populares como Guachineo o Palón Divino II del mismo Chocolate (quien se establece como principal exponente del reguetón repartero, auto denominándose “El Rey de los Reparteros”), Palito Presidiario de K-N-M, entre muchos otros hits de la mano de El Kamel, Kímico y Yordy, Wildey, El Chulo, Harrison, Anubis, destacados intérpretes de reparto. 

En estos temas, además de las contagiosas e interesantes relaciones rítmicas que se establecen entre elementos como el bombo, el bajo y el hi hat (este último sustituido por palmadas), indiscutible y lamentablemente lo que más llama la atención es la obscenidad de sus textos, llegando a convertirse para muchos en el rasgo más distintivo de este tipo genérico y a su vez, en el principal generador del rechazo.

No es menos cierto que con textos como estos, resulta casi imposible valorar cualquier otro elemento. Tanta obscenidad explícita en las letras y la reiteración de esta en un gran número de los temas producidos, generalizó la idea de que para que una canción se considerara reparterismo tenía que ser obscena. Esto propició en un porciento alto de la población, el total rechazo hacia dicha expresión popular, privándonos así de poder ver la otra cara de la moneda. 

Ahora bien, si nos guiamos por esta idea de que para que un tema sea reguetón repartero, necesariamente tiene que contener textos vulgares y palabras obscenas, entonces estamos atribuyendo toda la identidad de un estilo o expresión musical a un solo aspecto. A su vez, estamos negando la posibilidad de que existan otros elementos que caractericen este tipo de creación y establezcan nexos con la música cubana. Indiscutiblemente, nos mostramos de espaldas a una parte de la creación repartera que si bien emplea un lenguaje callejero, común, popular, no contiene contenido agresivo ni ofensivo y puede llegar a ser tan válida como cualquier otra expresión. 

Al remitirnos a temas como Pa que guarachee Santa Claus u Oajalá pudiera de Kokito-Negrito-Manu Manu, podemos apreciar la existencia de un tipo de texto, que si bien, no es de los más poéticos, tampoco atenta contra los valores morales de la sociedad cubana.

En estos temas, se hace evidente el papel del elemento rítmico como principal rasgo de identidad dentro de la producción del reguetón repartero. La resultante rítmica que se establece a partir de la clave de guaguancó hecha por las palmadas (asumiendo la función del hi-hat) en contraposición con el bombo, que en ocasiones acentúa cada tiempo del compás, mientras que, en otras, marca las corcheas en los tiempos débiles (2do y 4to tiempo), remiten al oyente a la polirrítmia ejecutada por el catá en un conjunto de rumba, estableciéndose así nexos innegables entre el reguetón repartero y la más genuina música popular cubana. Este resulta un aspecto que probablemente justifique la empatía del público con el reparto, puesto que dichos patrones rítmicos devienen rasgos de identidad de todo un imaginario cultural colectivo.

Otro elemento que favorece la asimilación por parte del público de dicha expresión es el diseño melódico. Moviéndose sobre entornos armónicos totalmente predecibles y familiares para el oyente, las melodías de las canciones repas están diseñadas a partir de movimiento conjunto, reiteraciones de notas e intervalos de terceras (mayor-menor) y quintas mayoritariamente, siendo muy fácil su memorización e identificación. 

Así mismo, bajo esta mirada, también está el lenguaje. Apartando las vulgaridades, el reguetón repartero emplea un vocabulario que resulta completamente cercano al oyente promedio de este tipo de música. El uso de dicharachos propios del cubano común, la chabacanería típica del barrio como “acere, mamita”, las temáticas cotidianas, abordadas desde el total desenfado y en muchos casos, desde la falta de filtro, deviene atractivo para los jóvenes quienes asumen esta característica como sinónimo de rebeldía. 

A partir de lo anteriormente expuesto podemos llegar entonces a establecer las siguientes características estético-musicales del reggaetón repartero: 

  • Empleo de lenguaje simple, común, callejero (mayormente vulgar)
  • Empleo de efectos de edición como el Autotune para distorsionar los timbres vocales. 
  • Utilización del compás de 4x4.
  • Existencia de una correlación rítmica característica establecida a partir del desplazamiento de los acentos propios de la clave de guaguancó, superpuestos con el tiempo fuerte marcado por el bombo. En ocasiones con el propio bombo o con el bajo se marcan las dos corcheas que ocupan los tiempos 2 y 4 del compás. 
  • Empleo de progresiones armónicas básicas, trabajando generalmente sobre los acordes de Tónica-Subdominante- Dominante. 
  • Estructura: Créditos hablados – Estrofa cantada – Estribillo – Contra coro – Estrofa rapeada – Puente – Estribillo – Contra coro – Créditos cantados. 

Luego de ejemplificados los ejemplos y esbozados las características técnico-expresivas de dicha expresión de la música urbana cubana, podemos comenzar a distinguir los vasos comunicantes entre el reparterismos y la música popular del país. 

Con sus derroteros y a pesar de sus contradicciones, el reguetón repartero se consume y se consolida como uno de los estilos urbanos más populares en la mayor de las Antillas. Asumirlo como parte de nuestras expresiones populares es una osadía, mostrarnos de espaldas a él, no debe ser la postura.

No pretendo con esta ponencia imponerles a los lectores este tipo de creación o lograr, como por arte de magia, que veamos el reparterismo como un género simbólico e identitario de nuestra música. Solo quise despertar curiosidad y abrir las puertas para la realización de nuevos estudios sobre el tema (los que considero extremadamente necesarios) tanto desde la musicología como desde otras áreas de las ciencias sociales. Si tan solo he provocado que nos acerquemos al fenómeno con una mirada más libre de prejuicios que hace unos minutos atrás, ya me doy por satisfecha. 

 

 

[1] Se le denomina reguetón repartero a este tipo de expresión de la música urbana nacida en los barrios más marginales, los repartos. Otra denominación para esta expresión musical es reparterismo.

[2] En Revista Clave No. 1-3, 2010. Ediciones CIDMUC. La Habana, Cuba. 

[3] Bajanda y El Guachineo son dos temas de la autoría Chocolate, popular exponente del reguetón repartero

[4] “Qué estás pasando Asere” en Revista Clave No. 1-3, 2010. Ediciones CIDMUC. La Habana, Cuba.

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