De la guitarra en Cuba y sus cultores: Jesús Ortega, un músico holístico. Por Janet Rodríguez Pino (Cuba). Musicóloga y Percusionista. Máster en Gestión del Patrimonio Histórico-Documental de la Música
jueves, 13 de enero de 2022
12:52
De la guitarra en Cuba y sus cultores: Jesús Ortega, un músico holístico[i]
Por: Janet Rodríguez Pino (Cuba). Musicóloga y Percusionista. Máster en Gestión del Patrimonio Histórico-Documental de la Música
I
La Escuela Cubana de Guitarra ha alcanzado prestigio nacional e internacional gracias a la incansable labor de maestros como Jesús Ortega Irusta. Guitarrista, compositor, catedrático, director de orquesta, pensador y gestor cultural; el maestro Ortega ha realizado cuantiosos aportes, sobre todo, en el ámbito de la enseñanza del instrumento, y en la concepción del Festival y Concurso Internacional de Guitarra de La Habana.
Fructífero ha sido el paso de Jesús Ortega por el sendero artístico, desde que descubrió tempranamente su interés por la guitarra. Su camaradería con el maestro Leo Brouwer y su entrada al Conservatorio Municipal de Música –actualmente Conservatorio Amadeo Roldán–, le impulsaron a adentrarse en el mundo de la guitarra clásica. De igual forma, la guía de importantes tutores como Isaac Nicola, Harold Gramatges, Argeliers León, Serafín Pro y José Ardévol resultó vital para que Jesús Ortega llegara a ser un intérprete y pedagogo del más alto nivel.
Ampliar nuestro conocimiento sobre este intelectual holístico y las aristas en que se ha desempeñado, es la principal motivación para este encuentro en que sintetiza su vasta trayectoria como intérprete solista, así como los repertorios y compositores que le han acompañado durante estos años.
Mi carrera como concertista se inició en 1956 con un concierto en la Sociedad Cruz Blanca de La Paz, que presidía la pianista y compositora Blanca Fernández de Castro. En esa ocasión presenté piezas sueltas de Fernando Sor, Francisco Tárrega y Manuel Ponce, que constituían el repertorio habitual de los guitarristas.
En mi carrera, la principal visión era ampliar en lo posible el repertorio y, con ello, que el público disfrutara de la guitarra. Mi colega y amigo Leo Brouwer obraba de la misma forma, componía numerosas piezas para guitarra y buscaba las menos conocidas por el público; lo que no significaba que de vez en vez, ambos incluyéramos obras célebres en nuestros respectivos conciertos. De esa manera di a conocer mucha música del repertorio Barroco español, a través de los guitarristas Gaspar Sanz, Lucas Ruiz de Ribayaz y Francisco Gueráu; del Barroco italiano, con obras de Ludovico Roncalli; además de los vihuelistas renacentistas españoles Luis de Milán y Luis de Narváez.
En efecto, Jesús Ortega se entregó con éxito a la interpretación y actualización del repertorio guitarrístico durante varias décadas, acciones que luego beneficiarían la enseñanza del instrumento en los conservatorios del país. Su labor posibilitó, además, la creación de nuevas obras para guitarra por parte de compositores cubanos reconocidos, que ostentaban un amplio catálogo. Acerca de esta eficaz gestión, rememora:
Para ampliar el repertorio guitarrístico, solicité a compositores como Héctor Angulo, Carlos Fariñas, Harold Gramatges, Argeliers León, Edgardo Martín, José Ardévol, entre otros, que crearan música para el instrumento. Los primeros en escribir fueron Natalio Galán con la Suite para guitarra, y el Concierto para guitarra y orquesta de cuerdas; y Héctor Angulo con su obra Punteados, las suites Cantos yoruba de Cuba y Cantos para ir juntos, y el Cuarteto para guitarra, violín, viola y violonchelo. Harold Gramatges le secundó y escribió Fantasía –una maravillosa obra para guitarra–, el concierto titulado Duende, y El arpa milagrosa para guitarra sola.
Por su parte, José Ardévol me dedicó cuatro piezas, Edgardo Martín escribió Variaciones para guitarra, y Argeliers León compuso Tres canciones lentas, además de otras obras de cámara. Todas estas obras las estrené en concierto. Además, junto a Leo Brouwer estrené la Música para dos guitarras, que Carlos Fariñas escribió para nosotros, porque por entonces Leo y yo constituimos un dúo que se mantuvo hasta 1964. A partir de entonces, yo únicamente interpretaba la guitarra como solista o acompañado por orquesta de cámara y sinfónica.
Jesús Ortega contribuyó con la difusión de un amplio muestrario de piezas guitarrísticas, precisamente como concertista. Esta faceta que mostró en disímiles ciudades y salas de concierto del mundo, se traduce de esta manera:
Soy el primer cubano que integró el jurado del Concurso Internacional de Guitarra de París, de la Radio Francesa, celebrado en 1968. A lo largo de mi carrera realicé conciertos en varios países y teatros. Por ejemplo, en la Sala de las Columnas de Moscú, donde me presenté como solista con la Orquesta Sinfónica de Leningrado. Participé en el primer festival de música contemporánea realizado en Moscú, donde estrené el Concierto no. 1 para guitarra y pequeña orquesta, de Leo Brouwer. Lo mismo sucedió en la ciudad checoslovaca de Pilsen, con la obra Tres Danzas Concertantespara guitarra y orquesta de cuerdas, del mismo compositor. La Gran Sala del Palacio de la Cultura de Berlín, la Sala Chopin de Varsovia, la Sala Bulgaria de Sofía –capital de ese país–, el Kennedy Center de Washington, y el Metropolitan Opera House de New York, fueron igualmente oportunidades muy especiales. En esta última actuaron Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba, con obras de mi autoría, para cuarteto de guitarras.
Tuve otras grandes oportunidades en la Sala Cecilia Meireles de Río de Janeiro, la Biblioteca Nacional de Montevideo, así como en salas de distintas ciudades de México, pertenecientes a la Organización de Bellas Artes. En fin, tuve la dicha de presentarme en muchos escenarios, vivir estas experiencias e interpretar música a solo y con orquesta.
Sobre su experiencia en Cuba como solista y músico de agrupaciones camerales, Ortega amplía:
En Cuba, he realizado conciertos en todas las salas, sin excepción: Covarrubias y Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, en el Teatro Auditórium Amadeo Roldán, la sala Dolores de Santiago de Cuba, entre otras.
En nuestro país me dedicaba sobre todo a la música de cámara, una modalidad que no trabajé en el exterior. Integré la Sociedad de Música de Cámara de Cuba; por ello participaba en los conciertos mensuales que organizaba esta institución, y aunque era muy joven por entonces, tuve la suerte de compartir la escena con los mejores músicos de Cuba y algunos invitados extranjeros de altísimo nivel. Además, en el verano participaba en una rama de la Sociedad, denominada Club de Música de Cámara, que, incluso, llegué a presidir hasta su desaparición al triunfo de la Revolución.
Integré el circuito radial de C.M.Q. y participaba en un concierto semanal, primero bajo la dirección de Enrique González Mantici y luego de Roberto Valdés Arnau. Con la orquesta de esta institución actué en varias ocasiones como solista. El repertorio era bastante sencillo, porque había muy poco tiempo de ensayo, y para esas ocasiones asumí entre otras piezas el Concierto en Re Mayor de Antonio Vivaldi, entre otras obras de este estilo.
La prolífera carrera del maestro Jesús Ortega en su arista como solista, se extendió durante cuarenta años hasta que, en 1995, el guitarrista decidió abandonar los escenarios y consagrarse a la enseñanza de la guitarra, una disciplina que había desarrollado en paralelo. En la segunda parte de este artículo, estaremos abordando las disímiles experiencias de Jesús Ortega en sus facetas de profesor, compositor y gestor cultural, y los aportes realizados en este sentido al ámbito guitarrístico.
II
Un maestro –del latín Magister– se forja en la experiencia de la enseñanza. El guitarrista cubano Jesús Ortega ostenta esta virtud, pues ha dedicado la mayor parte de su vida a la pedagogía musical.
Concluida su formación académica en las carreras de guitarra y violonchelo, Ortega colaboró durante la década de 1960 con el Consejo Nacional de Cultura, en cuya Dirección de Música trabajó junto a María Antonieta Henríquez, Odilio Urfé, Giraldo Piloto (padre) y José Ardévol. En esta entidad, Jesús Ortega devino gestor de diversas actividades culturales, labores que luego combinaría con su inserción en el profesorado del rebautizado Conservatorio “Amadeo Roldán” y de la efímera Escuela de Música Moderna. Así relata é, su trayectoria como educador en el sector artístico-musical:
Alrededor de 1965, mi maestro Isaac Nicola –que se desempeñaba como director del Conservatorio Municipal de Música–, me pidió trabajar como profesor de Práctica de Conjunto y Música de Cámara. Después cambié de Cátedra porque Nicola pasó a dirigir la sección de Música de la Escuela Nacional de Arte, y a mí me correspondió permanecer en el Conservatorio impartiendo las clases de guitarra. Luego, en 1967, me pidieron que organizara y dirigiera la Escuela de Música Moderna, interesante trabajo que realicé durante dos años. Me llamaron nuevamente para dirigir el Conservatorio, y ejercí por un tiempo esa labor hasta que decidí regresar al mundo de la interpretación, sin alejarme por completo de la enseñanza.
Los aportes de Jesús Ortega al magisterio han sido múltiples e incansables. Esta valoración se hace tangible en su dedicación al Instituto Superior de Arte (hoy Universidad de las Artes), y en cuyos predios fungió durante varias décadas como docente y Jefe de Cátedra de Guitarra. El maestro valora distintas experiencias relacionadas con la enseñanza en el ISA:
Alrededor de 1980, nuevamente mi maestro Isaac Nicola, que había asumido la Cátedra de Guitarra del ISA, me llamó para fungir como profesor junto a él. En muy poco tiempo, Nicola decidió abandonar su puesto y lo reemplacé como Jefe del Departamento de Guitarra hasta que, en 2016, solicité ser sustituido por el guitarrista y profesor Esteban Campuzano.
Mi concepto como docente de guitarra ha sido ampliar los perfiles de los instrumentistas. Además de formarlos prioritariamente como concertistas, me enfocaba en educarlos como maestros e intérpretes acompañantes en orquestas de música popular. Hay otro aspecto que considero esencial: la especialización de los estudiantes. Si su interés es desempeñarse como intérprete de la guitarra eléctrica en el ámbito del jazz, conduzco su formación técnica por ese camino artístico. En cambio, si su visión es interpretar sonatas y otros géneros clásicos para desarrollarse como concertista; o si le motiva la interpretación de música popular, lo guío hacia ese objetivo musical. Si, por otra parte, un estudiante no muestra el talento o interés para convertirse en solista, pero demuestra un alto conocimiento y entusiasmo por la enseñanza, considero necesario encaminarlo en esa dirección. La especialización de los estudiantes desde su etapa formativa universitaria enriquecería, a mi juicio, el mundo de la guitarra y el de la música en general.
Jesús Ortega ha articulado su encomiable labor como docente con un amplísimo despliegue hacia otras esferas artístico-musicales. Si bien habla de ello con humildad, una de las aristas en las que más se ha destacado es la composición, sobre todo, de bandas sonoras cinematográficas:
La inquietud por la composición musical me invadió tempranamente. Mis primeras piezas para guitarra datan del año 1957, cuando escribí una pequeña danza, un recitativo y una fuga. Realmente, no me considero un compositor. Es curioso pero siendo guitarrista, he escrito más música para otros instrumentos o espacios, como el cine. Colaboré como compositor y musicalizador en el Noticiero ICAIC, dirigido por Santiago Álvarez. También escribí música para el género documental, por ejemplo, en sinergia con Manuel Octavio Gómez; y trabajé la música incidental de la película Pelea cubana contra los demonios, de Tomás Gutiérrez Alea (Titón). Además, compuse música para varios dibujos animados realizados por Tulio Raggi.
La mayor parte de mi producción musical ha sido destinada a los medios electroacústicos. Me interesé junto a Juan Blanco por la música electroacústica, y escribí una veintena de obras. Una de ellas, Prólogo, inspirada en los Versos Libres de José Martí. También creé una serie titulada Picassianas: la primera, para guitarrista con banda magnetofónica, proyección de diapositivas y luces estroboscópicas; la segunda, para banda magnética sola, al igual que la tercera, una pieza de dos movimientos dedicada a Juan Blanco; y la cuarta Picassiana –que específicamente he retirado del catálogo–, para banda magnetofónica y orquesta de cámara.
He escrito música para el Ballet Nacional de Cuba, por encargo de Fernando y Alicia Alonso. Compuse los ballets: Crónica nupcial, basado en contradanzas de Manuel Saumell, con la coreografía de Ramiro Guerra; Caminos, para dos guitarras; Gallo, para cuatro guitarras, con coreografía de Alberto Méndez; y Estirpe Cubana, para el mismo formato. De igual manera, algunas de mis obras electroacústicas han sido coreografiadas y presentadas por diferentes cultivadores de la danza moderna. En general, siempre he concebido la composición como una disciplina paralela, pues soy fundamentalmente un intérprete y profesor.
A estas cualidades, se suma la labor de Jesús Ortega como gestor cultural, marcada por la pasión y entrega a la guitarra. Destaca, en este sentido, como guionista y conductor de programas dedicados al instrumento, así como editor de literatura para el estudio y la interpretación de la guitarra en la mayoría de los estilos histórico-musicales:
Durante más de siete años estuve vinculado al ámbito radial y televisivo en La Habana. En la emisora Radio Progreso colaboré con el programa De noche, la guitarra. En esta emisión se presentaba todo tipo de música para cuerdas pulsadas: guitarra e instrumentos afines como el laúd y el tres, así como guitarra popular, flamenca y de concierto. Un programa con excelentes resultados, muy bien recibido por el público.
Posteriormente, en el Canal 6 de la Televisión Cubana, existía un espacio didáctico dedicado a la guitarra, dirigido por Vicente González Rubiera. Cuando el maestro no pudo continuar, me solicitaron que asumiera la emisión y sugerí transformar el programa en un espacio de divulgación guitarrística. La propuesta fue aceptada y comencé a trabajar con el excelente director de televisión Oscar García. En este espacio, yo realizaba algunas presentaciones y escribía notas culturales en relación con la guitarra, y se presentaban prestigiosos músicos internacionales como Paco de Lucía, Manolo San Lúcar, John Williams, Costas Cotsiolis, entre otros. De Cuba, participaron casi todos los guitarristas: desde Leo Brouwer hasta estudiantes de nivel avanzado. Esta emisión se mantuvo por cinco años y fue extraordinariamente bien acogida con un rating muy alto en su época.
En cuanto a las publicaciones musicales, comencé editando en la Biblioteca Nacional José Martí el libro Música para guitarra de autores cubanos, que contiene obras de Argeliers León, Natalio Galán, Leo Brouwer y algunas piezas de mi autoría. A este proyecto le sucedió la publicación de un tomo con transcripciones de tablaturas para guitarra provenientes del siglo XIX.
Después, en la UNEAC publicamos Seis autores cubanos. Diez obras para guitarra, con música de José Ardévol, Harold Gramatges, Edgardo Martín, Carlos Fariñas, Héctor Angulo y Leo Brouwer. Posteriormente, se creó la Editora Musical de Cuba, y su primer director, el compositor Nilo Rodríguez, solicitó mi colaboración. Publicamos más de 300 títulos para guitarra, de autores cubanos, latinoamericanos y europeos renacentistas, barrocos, clásicos, románticos y contemporáneos. Como dato curioso, publicamos varias obras para guitarra del autor ruso de origen esquimal Piotr Panik. Entre los compositores más publicados en la colección se encuentran Leo Brouwer y Fernando Sor. Asimismo, se imprimieron diez canciones para voz y guitarra, de Sindo Garay; y otras músicas como fruto de mis investigaciones y transcripciones de las tablaturas del Renacimiento al Barroco español, italiano, alemán y francés. Con toda seguridad, he sido el editor que más música ha publicado hasta ahora en Cuba.
Sin dudas, la gestión del patrimonio musical cubano –en este caso, guitarrístico– ejercida por Jesús Ortega, ha contribuido al engrosamiento del repertorio del instrumento. El desempeño de Ortega como intérprete, profesor, compositor y gestor ha traído aparejado un impacto social relevante para las siguientes generaciones de guitarristas cubanos y de otras latitudes. Aún restan dos importantes aristas de su labor musical: la dirección de orquesta y la gestión del Festival Internacional de Guitarra de La Habana.
III
El contexto guitarrístico latinoamericano se ha enriquecido con la realización del Concurso y Festival Internacional de Guitarra de La Habana. Entre los principales gestores y jurados de la competición se encuentra el maestro Jesús Ortega, quien considera el evento como un hecho vital para diversas generaciones de guitarristas:
Al Festival le precedió el Encuentro de Guitarristas de América Latina y el Caribe de 1978, impulsado por Haydée Santamaría y la Casa de las Américas. En 1982 se celebró la primera edición del Concurso y Festival Internacional de Guitarra de La Habana, en el que participaron Paco de Lucía, Manuel San Lúcar, Vicente Anido, entre otros guitarristas flamencos. Además destacaron exponentes de la música brasileña y de instrumentos exóticos como el oud iraní y la kora africana; mientras que los artistas nacionales honraron a la cultura cubana con sus interpretaciones del laúd y el tres.
Según explica el maestro Ortega, la atracción por el Festival también se debe a la oportunidad con que cuentan los estudiantes de recibir clases magistrales, impartidas por músicos reconocidos a nivel mundial:
Nuestros alumnos han podido escuchar a grandes maestros solistas, cuyos conocimientos modifican de forma sutil nuestra visión de la guitarra y brindan una perspectiva más internacional[ii]. Estos cambios suceden por la apropiación de elementos que son aportados por guitarristas de cualquier región del mundo y que convienen al desarrollo de la guitarra cubana. La mayor parte de esas clases está grabada, preservada como documento que contribuye al desarrollo.
Los aportes del maestro Jesús Ortega a la guitarra cubana también se materializan en su trayectoria como fundador de diversos formatos de cámara. Desde 1956, colaboró junto a Leo Brouwer en un dúo de guitarras que les permitió desarrollar habilidades como concertistas. En 1957, organizó un quinteto de vientos conformado por flauta, oboe, clarinete, fagot y corno; y, a finales de ese año, instituyó un trío clásico integrado por el flautista Enrique Castro, el violista Osvaldo Cañizares y el propio Jesús Ortega. Por otra parte, en Santiago de Cuba dirigió la banda de música del Ejército Oriental, cuyos conciertos en el parque “Céspedes” de esa provincia se convirtieron en un hecho cultural relevante para la población santiaguera de aquellos años.
Décadas más tarde, fundó la agrupación Sonantas Habaneras, una de las mayores contribuciones de Jesús Ortega a la guitarra cubana. La orquesta surgió en 1995, casi por azar, en una ocasión en que el maestro reunió a los estudiantes de Guitarra de la Escuela Nacional de Música (ENA) y el Instituto Superior de Arte (ISA), para presentarse en la Fiesta de la Joven Guitarra, celebrada en Santiago de Cuba. Luego de esta actuación, otro suceso marcaría el camino de la agrupación:
Uno de los integrantes de aquella orquesta fue Aland López, quien dirige junto a Teresa Paz el conjunto de música antigua Ars Longa. Su progenitora trabajaba como realizadora del programa Hurón Azul de la UNEAC, y nos invitó a participar en una grabación, en la que presentamos Tres Danzas a Cuatro Manos de Ignacio Cervantes, transcritas para conjunto de guitarras. Cuando el programa estaba en proceso de edición, la directora me preguntó el nombre de la orquesta. Mi intención era llamarle “Guitarras de La Habana”; pero ya existía un trío denominado así. Y recordé que los flamencos llaman a su guitarra “sonanta”. Me pareció interesante nombrar a la orquesta de esta manera, y agregar el gentilicio de nuestra ciudad: Sonantas Habaneras.
A la formación común de varias guitarras en la tesitura habitual, el maestro Ortega añadió un requinto, que suena en una cuarta más aguda con respecto a la guitarra en la altura convencional, además de algunas guitarras bajas, que suenan una cuarta más grave. Así, se ampliaban los registros de la orquesta, mientras que ésta alcanzaba una vinculación profesional, integrada en este momento por graduados del ISA y la ENA.
La carrera de la orquesta incluye significativas presentaciones en Cuba y el exterior. En este sentido, el maestro Ortega describe con regocijo la experiencia de Sonantas Habaneras durante su primera gira internacional:
Visitamos Alemania en el año 2000, gracias a la gestión de Leo Brouwer. Realizamos once conciertos con muchísimo éxito, en algunas ocasiones solos y, en otras, junto a la Orquesta Juvenil de Guitarras de Baden-Guttenberg. Aquella gira fue muy fructífera por la acogida del público y de la crítica. Hubo criterios que nos llenaron de satisfacción; por ejemplo, un periodista manifestó que cuando aparecía la orquesta de guitarras Sonantas Habaneras “salía el sol”, porque la sonoridad era muy luminosa.
Al regreso, la orquesta mostraba una interesante consolidación y empezamos a realizar más conciertos. En la ciudad de Las Tunas han tenido lugar cuatro encuentros encabezados por Sonantas Habaneras, en los que se han reunido orquestas de guitarras de Holguín, Guantánamo, Camagüey, Villa Clara, Cienfuegos y Pinar del Río. Estos encuentros finalizaban con la actuación de una especie de orquesta gigante conformada por los guitarristas que participaban, y eran muy bien acogidos por el público tunero, que llenaba el teatro sede de la provincia durante cada concierto.
En su trabajo como director de Sonantas Habaneras, el maestro Ortega aplica sus experiencias previas como gestor y ofrece programas de notable variedad estilística:
Para diseñar el repertorio selecciono obras universales. Del Barroco italiano, interpretamos obras de Antonio Vivaldi, entre ellas, cinco de sus sinfonías[iii], y varios conciertos para guitarra solista o dos guitarras concertantes; de Arcangelo Corelli realizamos cuatro de sus concerti grossi. Del Barroco alemán, interpretamos obras de Johann Sebastian Bach, como el Concierto para violín en la menor, en una adaptación en la que uno de nuestros guitarristas asume el papel de solista. Además, del Clasicismo mozartiano interpretamos tres sinfonías versionadas para orquesta de guitarras.
Por otra parte, de la música del siglo XX realizamos la Suite Bergamasque, de Claude Debussy; el ballet El Sombrero de Tres Picos, de Manuel de Falla; y disímiles obras cubanas. Entre estas últimas, tenemos obras escritas especialmente para Sonantas Habaneras por Leo Brouwer, Harold Gramatges, Carlos Fariñas, Juan Piñera, Martín Pedreira, Héctor Angulo, además de piezas de mi autoría. Entre las obras de corte popular, interpretamos danzones, boleros y sones. Calculo que realizamos alrededor de ciento cincuenta obras en dos formatos, tanto en la orquesta que incluye requintos y guitarras bajas, como en el conjunto de guitarras convencionales.
A veinticinco años de su fundación, Sonantas Habaneras es un resultado tangible de la encomiable labor de Jesús Ortega. La agrupación ha sido integrada por más de cien guitarristas, que se desempeñan actualmente como profesionales de alto nivel en Cuba o más allá de sus fronteras. Este logro se debe, en gran medida, al trabajo holístico realizado por el maestro Ortega, como concertista, docente, gestor y editor musical, compositor, crítico y director de orquesta. Sirva esta entrevista, para reconocer sus contribuciones a la cultura musical cubana y al universo guitarrístico latinoamericano.
[i] Artículo elaborado a partir de: Jesús Ortega, entrevista de Janet Rodríguez Pino (1ro de octubre de 2020), y Jesús Ortega, entrevista de Janet Rodríguez Pino (23 de diciembre de 2016); y publicado originalmente en tres partes en el blog “Del Canto y el Tiempo”, del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (https://cidmucmusicacubana.wordpress.com).
[ii] De sus vivencias durante las diferentes ediciones del Festival, el maestro rememora el concierto ofrecido por el músico norteamericano Hopkinson Smith: “La visita a Cuba de Hopkinson Smith, uno de los más prestigiosos e importantes especialistas en instrumentos antiguos relacionados con la guitarra –la guitarra y el laúd barrocos, el laúd renacentista, la tiorba, entre otros instrumentos históricos–, fue para los estudiantes un hecho inusitado. Los guitarristas estamos acostumbrados a tocar sentados, en una silla y usando el banquito donde apoyamos el pie; pero Hopkinson Smith no actuaba de esta forma. Él tenía la guitarra sujeta con una correa y caminaba por el escenario, bailando con la música que estaba tocando. Por eso, fue maravilloso el recital que realizó, con músicas del siglo XVII, específicamente”.
[iii] Sobre la interpretación del género sinfonía en el estilo Barroco, el maestro aclara que “no se deben confundir con las posteriores sinfonías del Romanticismo; [las sinfonías barrocas] son obras pequeñas, cuya duración se extiende entre cinco y siete minutos, que fungían como introducción a los conciertos”.
Janet Rodríguez Pino (Cuba, 1992). Máster en Gestión del Patrimonio Histórico-Documental de la Música con la investigación El patrimonio cultural sefardí en La Habana: Indagación y gestión de su acervo musical (Colegio San Gerónimo, Universidad de La Habana, 2019). Licenciada en Musicología y Percusión (Universidad de las Artes, La Habana, 2016). Obtuvo Premio “Argeliers León” a la Investigación Musical, otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba a la tesis de grado Identidad judío-cubana. La práctica musical socio-religiosa del Shabat en la Gran Sinagoga Bet Shalom de La Habana (2015). Ha dictado conferencias en el Premio y XI Coloquio de Musicología Casa de las Américas (2020), el II Taller de Patrimonio Musical del Gabinete Esteban Salas (2019) y la XIX Conferencia Científica sobre Arte y Cultura de la Universidad de las Artes (2019). Ha impartido clases magistrales de percusión en Alemania (2017, 2018 y 2021) y Bolivia (2019). Como percusionista de la Orquesta del Lyceum de La Habana ha participado en grabaciones, conciertos y festivales como el proyecto Mozart y Mambo: The Tour(Alemania, 2021), el Festival Artes de Cuba: From the Island to the World (Estados Unidos, 2018), y el Festival Mozart-Havana (2016-2021), entre otros. Como percusionista del Ensemble Interactivo de La Habana resalta su participación en el audiovisual Caracol Nocturno: Un homenaje a José Lezama Lima (2019). Como musicóloga del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana coordina la sección EntreClaves de la Revista Clave, y ha publicado críticas y ensayos. Además, funge como musicóloga, compositora y gestora del proyecto Tefilot leShabat, en la Comunidad Hebrea de Cuba, para la difusión del patrimonio musical judío.
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