Comentario comparativo entre “Apo Do” y “Pression”, Por Rodrigo Ávalos Tagle

 

Comentario comparativo entre “Apo Do” y “Pression”

Rodrigo Ávalos Tagle

2021

 

      Las preocupaciones por el timbre instrumental ha sido un foco de atención para gran parte del universo de compositores durante el siglo XX. El creciente catálogos de obras para instrumentos solistas y ensambles no tradicionales – si pensamos en tríos, cuartetos, quintetos, etc. de familias orquestales como cuerdas, vientos, broces, por nombrar algunos – basta pensar en obras como Op. 19 de 1926 de Anton Webern, escrito para coro mixto, celesta, guitarra, violín, clarinete y clarinete bajo o el mismo “Le marteau sans maitre” de Pierre Boulez, para contralto, flauta en sol, alto, guitarra, vibráfono, xilorimba y percusión. En ambos, los criterios para definir la agrupación de instrumentos que compondrán las obras no están dados por la vinculación de cada uno de ellos con su conjunto en la orquesta. Pero esta preocupación no solo se limita a una revalorización del color instrumental a través de su individualidad, sino también hay una tendencia por la fabricación de nuevos timbres y el rescate de aquellos desplazados por el desarrollo musical de occidente, destacando así el trabajo de Luigi Russolo a través del manifiesto “El arte de los ruidos”, de 1913, y obras como “Risveglio di una Città” o “Serenata per intonarumori e strumenti”. En esta brevísima contextualización, en la que se dejan de lado muchas otras experiencias, nos gustaría relevar y, a su vez, poner en tensión a dos compositores que, a través de sus obras, han tomado estas concepciones sobre el timbre y sonoridades no tradicionales, a las que podríamos denominar “ruido” para vincularnos con el escrito de Russolo, como lo son Helmut Lachenmann, con su obra “Pression” (1969) para violoncelo, y Mathias Spahlinger, con su cuarteto de cuerdas “Apo do”(1982), pues pese a la utilización de formas similares de trabajar el instrumento, en este caso, de cuerdas frotadas, el principio que impulsa cada pieza parece perteneces a visiones no del todo comunes.

Desde la percepción auditiva de una primera escucha de las piezas es posible reconocer músicas que parecen conversar en ciertos lenguajes similares en el que predominan sonidos complejos que no responden a sonoridades tradicionales; frecuencias no determinadas, distintos golpes y presiones de arco, pizzicatos con ambas manos o detrás del puente, uso del cuerpo del instrumento, “rascar” las cuerdas, etc. En lo descrito hasta aquí no es posible determinar, en un primer acercamiento, diferencias conceptuales entre ellas. Pero si observamos el texto, la partitura, la situación cambia.

Las escrituras de cada obra son radicalmente diferentes la una de la otra. “Apo Do”, por un lado, pese a la presencia de símbolos propios creados (para la obra) con el fin de hacer referencia a distintos tipos de sonidos de las características antes dichas, la disposición de estos en el texto musical es muy tradicional. Ella – la obra – está emparentada, desde la escritura, con todas aquellas, pasadas y futuras, que utilicen el pentagrama como marco regulador y coordinador de los sonidos compuestos. Por otro lado, al observar “Pression”, Lachenmann utiliza una notación alejada de la tradición. Si bien, hay símbolos y fragmentos que se vinculan con elementos ya conocidos, la disposición de estos está “al servicio” de otros parámetros, como lo son las formas de aproximarse al instrumento. Pero ¿Qué es puntualmente lo que implica el cambio de escritura? El cambiar la escritura es cambiar el “foco de interés”, es pensar desde otro lugar que no es meramente lo musical como un fenómeno inmaterial, pues no solo hay un cuidado con las interacciones sonoras dentro de la obra, hay también una forma de normar un acercamiento al instrumento o en palabras de Lachenmann, “la notación de esta pieza no indica los sonidos, pero – sí – las acciones del interprete”. Es un cuerpo acercándose a un objeto, un objeto sonoro.

 

   “Resulta evidente que al decir: «esto es un violín» o «es una puerta que chirría», hacemos alusión al sonido emitido por un violín, o al chirrido de la puerta. Pero la distinción que nosotros queremos establecer entre instrumento y objeto sonoro es aún más radical: si nos presentan una banda en la que está grabado un sonido cuyo origen no podemos adivinar ¿Qué es lo que oímos?  Precisamente lo que llamamos un objeto sonoro” (Schaeffer, 2003. pág. 58)

 

¿No es, acaso, esa no-correspondencia “instrumento-timbre” el que se nos presenta en Pression? En eso se distancia la obra de Spahlinger con la de Lachenmann. En el primero, aún utilizando articulaciones no tradicionales con respecto al repertorio clásico-romántico, es posible percibir la presencia clara de la fuente de emisión de los sonidos. Nos es posible decir: “Ahí suena un violín… una viola… ahora un cello”. Pero en el segundo, parece no ser posible realizar esta afirmación. Hay un tipo de disociación, casi psicológica, de la fuente sonora con la identidad de los sonidos emitidos. Lo que suena es el instrumento, pero no ese cello de la tradición, el de los preludios de J. S. Bach, el de “Le Cygne” de Saint-Saëns o el de “Louange à l’Éternité de Jésus” de Messiaen, es el objeto cello y esto es el punto de inflexión en el cual se requiere una búsqueda de otra notación.

Para cerrar este breve comentario sobre la contraposición de estas dos obras, nos gustaría destacar algunos puntos sobre la obra de Lachenmann. En las primeras líneas de este escrito hemos puesto “sobre-la-mesa” una relación, por parte de diversos compositores, de búsqueda de sonoridades a través de un cierto “redescubrimiento” del timbre, sobre todo por un creciente advenimiento de nuevas sonoridades a la experiencia estética de toda la sociedad, los sonidos de la industria y de las ciudades, que desembocan, con ayuda de la tecnología desarrollada hacia mitades del siglo XX, en la aparición de múltiples trabajos electroacústicos. El camino tomado por el compositor alemán plantea, a través de obras como “Dal niente (Interieur III)” para clarinete (1970), “Güero” estudio para piano (1970) o incluso en “Gran Torso” para cuarteto de cuerdas (1972), el aplicar ciertas bases de estas experiencias con el “ruido” para realizar una nueva lectura, una actualización, al trabajo musical con instrumentos propios de la tradición occidental, y de forma similar al compositor italiano Luciano Berio quien “[…] nunca” – intentó – “alterar la naturaleza del instrumento” en sus Sequenzas, respetando su integridad histórica.  

BIBLIOGRAFÍA

 

1.     Schaeffer, P. (2003). Tratado de los objetos sonoros. Madrid: Alianza Música.

2.     Russolo, L., 1996. El arte de los ruidos. Sin Título, [online] (3). Disponible en: <http://hdl.handle.net/10578/3639>

PARTITURAS

1.     Lachenmann, H. Pression [archivo digital]: para cello. Wiesbander, Leipzig & Paris: Breitkopf & Härtel. Co: 1969. 1 partitura.

2.     Spahlinger, M. Apod Do [Archivo digital]: para cuarteto de cuerdas, Peer music classical Co: 1982. 1 partitura.

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