El mundo de la creación. Por Alejandra Ceballos Zuluaga, compositora de Colombia residente en Cuba



Alejandra Ceballos Zuluaga es nacida en la ciudad de Medellín - Colombia el 18 de Agosto de 1995. Se graduó del colegio Gimnasio Internacional de Medellín en el año 2012, institución para la que también trabajó como docente y encargada de la escuela de música. Viajó a Cuba a inicios del año 2014 y desde entonces reside en La Habana donde ha asistido a diferentes cursos para su formación artística. Actualmente es estudiante de composición musical en el Instituto Superior de Arte. Podemos decir que en cada espacio formativo que ha presenciado, se ha consagrado muy especialmente a la comprensión de la creatividad humana. Esta brega en la que se contiene, le ha permitido percibir que el mundo humano está sostenido por un mar de gestos, y cuando dice gesto, quiere que se entienda en su acepción de “acto significativo”. Cree que acercarse a explorar el espíritu humano desde la creatividad, implica conectarse con la idea preliminar de que, a diferencia de otras especies, al ser humano lo asiste el lenguaje como medio fundador de su condición humana, que lo distancia de percibir un puro estado de la naturaleza, y por medio del cual, al mismo tiempo, asimila toda su experiencia singular-sensitiva. Se inclina desde hace algún tiempo a desarrollar la idea de que nada de lo humano cabe por fuera del lenguaje y desde esta perspectiva aborda su concepción del mundo, indaga sobre la creatividad, el Arte y su responsabilidad con respecto a ese delicado espectro simbólico en el que nos movemos.


El mundo de la creación.

“El hombre, para explicar el curso de los fenómenos, antes que a la razón o a la observación, recurrió a la fantasía” 

Ludovico Geymonat.

Fecha de la primera versión: Noviembre del 2017. 

Última actualización: Septiembre del 2021. 

 

Introducción

En este trabajo me propongo desentrañar cómo nace la creatividad y cómo nuestra condición de seres humanos nos exige y nos instaura, inevitablemente, en el mundo de la creación.

Solo dentro del mundo humano cabe darle un lugar a la creación dentro de un espacio tensado por lo íntimo y lo común que encuentra su síntesis en la cultura; esta última entendida como un sistema en movimiento que nos condiciona y nos distingue de las demás especies del planeta.

  

La fantasía fue, en la infancia de la humanidad, un maravilloso instrumento para apropiarse de la experiencia. Es por ello que en los textos más antiguos, nos encontramos con la poesía de los mitos y con su enorme poder de conjurar el miedo y de tramitar el misterio de nuestra existencia. Pero así como esta poesía marcó la esencia de una etapa de la humanidad, resulta valioso acercar aquella experiencia humana a la del solo individuo para ver cómo concuerda el proceso y el paso que, en la historia de la humanidad definimos como del mito al logos y, en el proceso del individuo, de la infancia a la madurez. 

El niño para construir toda la realidad (por lo menos hasta los 8 años, antes de que aparezca el uso de razón) no acude a la fantasía, lo hace desde ella, porque es la interioridad del sujeto. La fantasía no viene de los objetos, ella crea el objeto. La razón es subordinada a la fantasía, pero en la medida en que el Yo madura y llega al uso de razón, entonces la razón y la observación, domestican, de cierta manera la fantasía.”[1]

De acuerdo con lo anterior, resulta incorrecta la línea divisoria que muchas veces hacemos entre la realidad y la fantasía, pues en suma, es desde la fantasía que empezamos a forjar nuestra idea de realidad y, posteriormente, nuestra concepción de lo real la subordinará y la pondrá a su servicio. Es así como entre la una y la otra solo nos cabe ver un todo que interactúa y se transforma.

Para hablar de creación, resulta indispensable ubicarnos en nuestra condición, en aquel lenguaje humano al cual pertenecemos; pero, no se entienda aquí el lenguaje como el mero instrumento para comunicar, pues ello más bien define lo que entendemos por lengua. Cuando hablo de lenguaje, me estoy refiriendo a aquella capacidad de designar, de ordenar el contenido de la experiencia para crear una concepción del mundo única e irrepetible en la que, la fantasía como primera herramienta, nos asiste.

Resulta pertinente tomar en cuenta que, en cuanto llegamos al mundo, chocamos con construcciones externas que se heredan de todo el saber y poder hacer que la humanidad ha acumulado a lo largo de su historia, y que se condensan en sistemas culturales que conforman un incómodo y complejo terreno en el que viene a trabajar nuestra fantasía en función de entender aquel extraño mundo, dominarlo y superar el desamparo que nos envuelve cuando desconocemos un hostil entorno, pues este último siempre se nos presenta, afortunadamente, como no queremos.

Un filósofo colombiano iniciaba así su hermoso elogio de la dificultad:

“La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiesta de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes. “[2]

Si hay algo que caracteriza a la historia de la humanidad, es precisamente aquella acumulación de experiencia sostenida en la cultura, a costa de un complejo tránsito por disímiles dificultades. Los humanos nunca hemos vivido en un estado de plena satisfacción, pero la búsqueda de un mañana dichoso se ha convertido en el estímulo que da dirección a la vida. 

La experiencia humana sostenida en un sistema cultural en movimiento, nos hace precisar la manera en la que tal desplazamiento se posibilita: Con el lenguaje -que media entre nuestro aparato receptor y el efector-, no solamente nos hemos salido de un eterno presente, de un estado en donde solo podemos ocuparnos de necesidades inmediatas (como pasa con los animales), sino que, Junto con él, hemos abierto un surco para invocar al pasado y al futuro desde el movimiento propio de la vida, desde ese estado inconcluso que nos deja a expensas de un presente que no termina de ser y en el que estamos siendo

Tal hecho (el del lenguaje) no ha ocurrido de un momento para otro Nunca hubo un antropoide que nació animal y luego adquirió cierta capacidad para someter la naturaleza a sus deseos, la cual convirtió, luego, en patrimonio genético hereditario”[3] . La humanidad ha sido una construcción paulatina y lenta, lograda con tenacidad sobre la constancia del tiempo; es por ello que encuentro relevante aquella cuestión que José Ortega y Gasset nos ayuda a descubrir: “La humanidad no tiene naturaleza, sino que tiene… historia”[4].

Volvamos ahora a hacer el ejercicio de acercar aquella experiencia humana a la del individuo. Cuando nacemos, no llegamos al mundo siendo hombres preparados para enfrentar los desmanes de la cultura. El ser humano precisa del tiempo que le permite experimentar y atravesar distintas dificultades para generar lo que damos en llamar experiencia. 

Tenemos por ejemplo que, en el temprano desarrollo del lenguaje interior, el juego del niño se sirve de la creación de situaciones modelo que le permiten dominar la realidad mediante el experimento y el planeamiento[5]. Es a través del juego que el niño combina y organiza sus impresiones de la realidad, las crea y las plasma. Aquello que constituye la experiencia no es en sí el hecho de dejar que el tiempo le viva y que su memoria guarde algo de ello; estamos más bien entendiendo que la experiencia aparece en la medida en que él hace uso de su lenguaje interior, de su fantasía en primera instancia, para formularse un orden o una idea propia de las cosasSi el niño no se sirviera del juego para ensayar con aquello que ha percibido, no tendría manera de experimentar y ordenar su propia concepción del mundo, y, de esta manera, las huellas en su memoria resultarían dispersas y desordenadoras

Así pues, Lo que la experiencia funda no es más que el mundo de la creación; pues partiendo de esta dinámica interior, genera el individuo el contenido simbólico de los objetos y, por consiguiente, su única y singular concepción del mundo que le rodea. La creación se manifiesta en cada exposición del propio cuerpo al movimiento vital, como aparato inmanente de un lenguaje único expresado. Nuestra concepción del mundo no es una posesión que guardamos, es aquella extensión del espíritu, que permite conectar al cuerpo con la vida humana (vida social). 

La exigencia ineludible de combinar que trae consigo la creación, implica a la experiencia como cúmulo que está presente en todas las etapas; su complejidad radica en la propia acumulación y en la relación que, desde dicha estructuración, establecemos con nuevos elementos.

La academia, por ejemplo, no obstruye la libertad de creación porque nos encierre en determinados problemas a resolver, pero tiene la máxima dificultad de entramar las estructuraciones singulares de los sujetos frente a dichos problemas. Esta es una cuestión que llega a ser relevante y dramática para el quehacer artístico Americano. ¿Cómo apropiarnos de un contenido histórico occidental que no abarca la experiencia desde esta geografía y que, sin embargo, asimilamos desde la urgencia de nuestros extravíos históricos? 

Resolver cualquier cuestión que tenga que ver con las posibilidades de expresión de la subjetividad, nos retorna al dilema de la condición humana. Toda la dificultad de la creación, surge en el momento en que tenemos que pensarnos como sujetos de una colectividad. Este vínculo inexorable, indica que toda vida humana confluye en un espacio compartido, donde el cuerpo, y todo cuanto a su movimiento y expresión se refiera, se vuelve geografía significante.

Por mucho que se desee, ni el proceso creativo, ni la creación, devienen en patrimonio individual o aislado. El poder creativo, aunque se exprese en los individuos, se conserva en la cultura como sistema común, como espacio experimental en el que las singularidades humanas se contienen y se transforman. 

Como persona a la que le ocupa comprender los flujos que generan y que convergen en la actividad creadora, considero muy valioso plantearnos perspectivas sobre el espacio que intervenimos y que nos interviene. Me parece preciso responder desde nuestra singularidad a la difícil labor de cuidar aquel delicado espectro simbólico desde el que nace toda posibilidad de creación. Somos también el resultado de cuanta riqueza, o violencia, haya contenida en las concepciones singulares del mundo y, en la cultura como espejo que nos reflecta un ambiente potenciador o frustrante de la creación humana. 

 

Bibliografía consultada:

Adriana Roldán Jaramillo en su Ponencia presentada para el Seminario Fundamentación Epistemológica de la Pedagogía Libertaria: ¡SEÑORA, SEÑORA, NECESITO UN DIOS!

Estanislao Zuleta “Elogio de la dificultad”.

Ernesto García Posada en su ponencia convocatoria para jornada pedagógica del Gimnasio Internacional de Medellín “Libertad e igualdad en la escuela sin fronteras” (Mayo de 2013).

 

Ernesto García Posada “El forjador de ideales”.

 

Ernesto García Posada “El maestro es el guardián de la utopía”.

 

Ernesto García Posada “Diccionario de humanidades”.

 

John Dewey “experiencia y pensamiento” (www.pedagogíalibertaria.org).

 

Edgar Morin y Carlos Jesús Delgado Díaz “Reinventar la educación. Abrir caminos a la metamorfosis de la humanidad. Editorial UH.

 

Stefan Zweig “el misterio de la creación artística”. 

 

Sigmund Freud “el malestar en la cultura” Trascripción tomada de la edición castellana de las Obras Completas. Tomo XXI Versión de José Luis Etcheverry. Editorial Amorrortu, Buenos Aires. 1979

 

María Zambrano “por los claros del bosque”.

 

Colectivo de autores: Carlos Fernández Liria, Pedro Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero “educación para la ciudadanía - democracia, capitalismo y estado de derecho” editorial José Martí.

 

George Steiner “después de Babel”.

 

L. S. Vigotsky “Imaginación y creación en la edad infantil” Traducción de Francisco Martínez. Editorial pueblo y educación.

José Antonio Marina “el vuelo de la inteligencia”.

Fernando Savater “Política para Amador”.

Fenando Savater “Ética para Amador”.

 “Valoración múltiple. Octavio Paz” Edición al cuidado de Enrique Sainz, editorial casa.

 

[1] Adriana Roldán Jaramillo en su Ponencia presentada para el Seminario Fundamentación Epistemológica de la Pedagogía Libertaria: ¡SEÑORA, SEÑORA, NECESITO UN DIOS!

[2] Estanislao Zuleta “Elogio de la dificultad”

[3] Ernesto García Posada en su ponencia convocatoria para jornada pedagógica del Gimnasio Internacional de Medellín “Libertad e igualdad en la escuela sin fronteras” (Mayo de 2013)

[4] José Ortega y Gasset. “La historia Como sistema” cita tomada del capítulo VIII.

[5] Erikson, Infancia y sociedad, p. 200

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