EL PROBLEMA DEL TEXTO EN GRACIELA PARASKEVAÍDIS por Rodrigo Ávalos Tagle

 

EL PROBLEMA DEL TEXTO EN GRACIELA PARASKEVAÍDIS

 

Rodrigo Ávalos Tagle

2021

 

«Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.»

 

Altazor, Vicente Huidobro

La discusión sobre las posibles relaciones entre lo lingüístico y lo musical no es nueva. Por el contrario, se ha establecido como una discusión histórica y, si divagamos un tanto, podríamos hallar su origen en una especie de bi-funcionalidad de nuestro aparato fonador; el de producir sonidos propios del ser humano, por una parte, y el de que alguno de estos sonidos, en conjunto, están cargador de significado, como lo es el acto del habla, por otra.  Si continuamos un poco más y abordamos las formas que, con el paso del tiempo, han conquistado estas maneras de producción sonora nos encontraremos con la escritura, que permite lograr cierta conservación de este impulso temporal (pensando en lo efímero del fenómeno sonoro en sí), y tener una aproximación o predisposición distinta frente a su manifestación mediante el formato “texto”, ya sea para confeccionarlo o como receptor de este. Sabemos también, como es lógico, que la manufactura musical no solo se limita al uso de la voz, sino que hay objetos que producen sonidos, como aquellos que llamamos instrumentos musicales. Estos instrumentos parecen permitir desligarnos completamente del acontecimiento sonoro como medio de transmisión de significado, abriendo otras opciones para la manipulación de los sonidos. Sin embargo, la relación entre ambos quehaceres, por llamarlos de alguna manera, lo musical y lo verbal, continúa estando en tensión, pues, como señala John Neubauer (1933) refiriéndose al filósofo alemán Friedrich Schlegel, […] la música instrumental es un texto, no porque siga el lenguaje, sino porque posee un vocabulario y gramática propios (1986, pág. 298). En cuanto a esto, la compositora y musicóloga argentino-uruguaya Graciela Paraskevaídis (1940-2017) parece haber hecho un intento por problematizar los posibles nexos entre estos medios. Con el objetivo de exponer estas conexiones, dentro de este escrito, haremos referencia a dos de sus obras. Estas obras poseen, a grandes rasgos, dos elementos vinculantes, uno más evidente que el otro; el primero, ambas son piezas para solistas, y el segundo, ambas pueden ser leídas como posibles reflexiones en torno a la problemática antes planteada. Estas obras son “Nada” para soprano de 1993 e “…Il remoto silenzio” para chelo del año 2002.

“NADA”

            Como lo hemos experimentado en la cotidianeidad, el canto se muestra como la forma en que se nos aparece la voz en el contexto musical. Y de alguna forma, este canto tiene como principal función el ser, como ya algo esbozamos, portador de un algo extramusical, lo verbal, que puede o no condicionar el comportamiento musical. En cualquiera de ambos casos, parece ser, que el elemento verbal lo inunda todo y se posiciona en un primer plano dejando todo el resto de los sucesos que le acompañan hacía el fondo de esta escena sonora. Muchas de las músicas populares parecen tener esta característica y su impacto aumenta cuando la “palabra” está en la lengua materna del escucha.

En “Nada”, Paraskevaídis parece intentar encontrar otras posibilidades del uso de la voz humana alejándola de su paradigma semántico y buscar en ella lo que le es propio en cuanto lo musical. Antes de entrar en la escritura vemos necesario detenernos en las indicaciones previas a esta, en específico, en la primera:

 

“nada es una escena onírica para una cantante preferentemente con voz de “lirico spinto”, quien deberá vestir de negro sin joyas ni adornos y mantenerse inmóvil en el centro del escenario, sin gesticular ni realizar mímica alguna”. (Paraskevaídis, 1993)

           

Dejando de lado la preferencia por un tipo de voz, lo realmente relevante es la solicitud de sobriedad física e interpretativa de la cantante, “sin joyas ni adornos”. Así deja implícita la necesidad de independizar o, incluso, aislar el hecho sonoro vocal de toda posible conexión de lo significativo, anulando lo verbal, como lo veremos a continuación, y también toda posibilidad no-verbal, “sin gesticular ni realizar mímica alguna”. Así, la carencia de lo verbal y lo no-verbal deja a la voz “desnuda” ante sí misma y el auditor permitiendo explorar y exponer sus posibilidades tímbricas y gestuales.

Al abordar la partitura, no encontramos con una gran limpieza en la escritura en cuanto a la cantidad de indicaciones vertidas en ella. Gestualmente, trabaja lo melódico desde la riqueza del instrumento vocal; utiliza saltos, gradualidades, duraciones largas, menos largas y cortas, frecuencias repetidas como fragmentación de una nota larga, trinos, glissandos, etc. Como ya es sabido, debido a la naturaleza de nuestra voz, es ineludible el uso de fonemas que permitan su accionar. Es interesante pensar en la elección del uso de las letras “m”, “n” y “a” como extremos de una recta de posibilidades “colorísticas” entre la boca (labios) cerrados y la apertura total de esta, evitando incluso la conjunción entre ambas imposibilitando la presencia de lo silábico y, por tanto, eliminando cualquier referencia semántica dentro del trabajo musical. Si intentáramos relacionar esta obra con otros trabajos similares podríamos decir que guarda cierta distancia con la Sequenza III (1965) de Luciano Berio (1925-2003), en la que a pesar de intentar ocultar el peso del texto a través de la descomposición y reorganización de los fonemas del poema escrito por Markus Kutter (1925-2005) y un uso de “formas de ser” no tradicionalmente musicales de la voz, como suspiros, risas o bostezos, este es percibirle su presencia.  Igualmente, al revisar “Stripsody” (1966) de Catherine Berberian (1925-1983) nos encontramos con la utilización de sonidos que tienen una clara referencia a la cultura “pop” y paisaje sonoro de las ciudades estadounidenses.                                                                                           



Imagen 1, pág. 1

            Con relación a lo anterior, existe sólo una excepción, en cuanto a “forma” pero que abraza el mismo “contenido”: En nada (1993), tras vocalizar sobre «m», «n» (lo que crea tensión y actitud de impotencia) y «a», la palabra «nada» se pronuncia sin entonación (Rubio Ferrera, 2020, pág 267) durante el último compás, cuando termina la música (imagen 2).



Imagen 2, último sistema.

            El pronunciar “nada” parece acontecer como una manera más de articular la voz humana, el habla, usando una palabra que, en tanto concepto, refiere a un vaciamiento de todo lo pensable.

 

“…IL REMOTO SILENZIO”

            A diferencia de la pieza anterior, “…Il remoto silenzio” se centra en la imposibilidad de pronunciar palabra alguna por parte del instrumento, pero a su vez, en el esfuerzo por hacer aparecer su presencia mediante la obra.

            La compositora entrega una serie de informaciones y reflexiones en la sección de indicaciones referentes a este trabajo. Al igual que con “Nada”, nos referiremos a algunas de ellas.

En primer lugar, inicia el texto citando dos fragmentos de dos poemas distintos del escritor italiano Cesare Pavese (1908-1950);


“L’amico che dorme”

“The cats will know”

“... il remoto silenzio

... muto, nel buio.”

(trad.: “... el silencio remoto

... silencioso, en la oscuridad ".

“Ci saranno altri giorni,

ci saranno altre voci.”

(trad.: "Habrá otros días,

habrá otras voces ".)

           

En segundo lugar, expone cierta poética que revestirá la obra, como si la música misma no fuese capaz de justificar su existencia por sí misma y sea inevitable explicitar la conexión existente entre lo musical y los textos del italiano expresando que

 

“[…] La referencia poética surge de algunos estímulos que Cesare Pavese viene despertando en mí desde hace muchos años a través de su reiterada y torturante angustia existencial. […] Lo rítmico, lo interválico y lo tímbrico tratan de dimensionar las parcas palabras en un tiempo-espacio de sonidos y silencios. […] No es una musicalización, sino más bien un deseo, un intento de rescatar “otros días”, “otras voces”, de ese “remoto silencio”, aunque éste se empeñe en seguir mudo y en la oscuridad.” (Paraskevaídis, 2002)

 

Al parecer, la trasposición desde la palabra o el poema no es a través de su pronunciación sino, más bien, de transmutar, de alguna manera, la sensación que deja la poesía de Pavese en Paraskevaídis mediante una materialización sonora. Es traer al mundo esa reminiscencia, reverberación, que permanece en nuestras mentes luego de un estímulo. Desde este momento, intentaremos encontrar como esas “parcas palabras” son “dimensionadas” por “lo rítmico, lo interválico y lo tímbrico”.

La obra inicia teatralmente con un grito del instrumentista en conjunto con el gesto “mudo” del ataque de arco, como si aquel grito emergiera del instrumento o si todo lo que a continuación de escuchará será análogo a él, una permanente “angustia existencial”. Al avanzar en la obra podemos corroborar que la pieza, por lo menos hasta la página 6, intercala secciones percusivas, especificadas fuera de la partitura e indicada con numeraciones, y otras que abarca el uso tradicional del instrumento.  En esta última, abunda la diversificación tímbrica del chelo, tanto con arco – gettato, a la punta, col legno batuto (c.l.b), armónicos, tenutos,etc – o con la mano – pizzicato a la Bartok ( ),  normal, arpegiando, etc –. Así mismo, la presentación de las diversas gestualidades musicales aparece desfragmentada e intercalada sin conexión aparente entre las partes, modificándose en ciertos aspectos a medida que vuelven a ocurrir. Entonces, si insistimos en la idea propuesta de que “lo rítmico, lo interválico y lo tímbrico tratan de dimensionar las parcas palabras en un tiempo-espacio de sonidos y silencios” sería pertinente revisar las características de los poemas, incluso meramente formales de los textos implicados.

Revisemos “The cats Will know”[1]:

  

1.     Ancora cadrà la pioggia

2.     sui tuoi dolci selciati,

3.     una pioggia leggera

4.     come un alito o un passo.

5.     Ancora la brezza e l’alba

6.     fioriranno leggere

7.     come sotto il tuo passo,

8.     quando tu rientrerai.

9.     Tra fiori e davanzali

10.  i gatti lo sapranno.

 

 

11.  Ci saranno altri giorni,

12.  ci saranno altre voci.

13.  Sorriderai da sola.

14.  I gatti lo sapranno.

15.  Udrai parole antiche,

16.  parole stanche e vane

17.  come i costumi smessi

18.  delle feste di ieri.

 

 

19.  Farai gesti anche tu.

20.  Risponderai parole –

21.  viso di primavera,

22.  farai gesti anche tu.

 

23.  I gatti lo sapranno,

24.  viso di primavera;

25.  e la pioggia leggera,

26.  l’alba color giacinto,

27.  che dilaniano il cuore

28.  di chi piú non ti spera,

29.  sono il triste sorriso

30.  che sorridi da sola.

31.  Ci saranno altri giorni,

32.  altre voci e risvegli.

33.  Soffriremo nell’alba,

34.  viso di primavera.

A primera vista, nos daremos cuenta de que el poema cuanta de 34 versos, relativamente breves que no exceden las 6 palabras, teniendo un promedio de 18 letras en cada uno.  También podemos establecer ciertos puntos de repetición de versos, ya sea literal (el verso 10 y 14, el 21, 24 y 34), con alguna variación (el verso 3 y 25) o intertextualizándose (versos 11, 12 y 13 con los versos 29, 30 y 31). Hechas estas observaciones intentemos aplicarlas en la partitura.

Entonces podríamos preguntarnos ¿Es posible agrupar, como lo hace el poema con sus versos, la música de la obra de Paraskevaídis? Al parecer, sí. Al mirar la pieza (ver en anexos) veremos que las intervenciones del chelo en esta sección de ejecución tradicional aparecen 34 veces antes de la pág. 6 (en recuadros en la partitura) y que estas se agrupan, aunque no directamente relacionadas con la distribución del poema original, como si fuesen estrofas. Así mismo, encontramos formas analógicas de la repetición, como concepto, de los versos de Pavese, en los gestos en los cuales está estipulada una cantidad variable de reinterpretación (en círculos en la partitura) a lo largo de toda la obra.

Si incluyéramos en este mismo proceder al otro texto, “L’amico che dorme”[2]

 

1.      Che diremo stanotte all'amico che dorme?

2.      La parola più tenue ci sale alle labbra

3.      dalla pena più atroce. Guarderemo l'amico,

4.      le sue inutili labbra che non dicono nulla,

5.      parleremo sommesso.

6.      La notte avrà il volto

7.      dell'antico dolore che riemerge ogni sera

8.      impassibile e vivo. Il remoto silenzio

9.      soffrirà come un'anima, muto, nel buio.

10.   Parleremo alla notte che fiata sommessa.

 

11.   Udiremo gli istanti stillare nel buio

12.   al di là delle cose, nell'ansia dell'alba,

13.   che verrà d'improvviso incidendo le cose

14.   contro il morto silenzio. L'inutile luce

15.   svelerà il volto assorto del giorno. Gli istanti

16.   taceranno. E le cose parleranno sommesso.

nos encontraremos con características similares. El poema tiene 16 versos que pueden ser identificados y análogos a las intervenciones percusivas del instrumento que también son 16 y que poseen longitud /duración mayor a los eventos relacionados con el texto anterior.  Desde la página 6 en adelante el carácter de la música cambia levemente por la aparición de una gran sección monódica, en comparación con la brevedad de los fragmentos musicales de las páginas anteriores, en el registro bajo del chelo “il più pppp e presto possibile, alla punta, ben artcicolato, detaché”, la cual funcionaría como una región climática antes del término de la pieza por acontecer en la página siguiente.

            Si observamos el cómo se desprende la música desde esta monodia nos daremos cuenta de que (ver imagen 3) la información musical contenida en ella fragmentará – parece ser que este procedimiento cobra vital relevancia en la figura general de la pieza – en 5 incisos que se presentarán de manera no secuencial a medida que se avanza junto a ciertas reminiscencias del pasado de la obra.

 


Imagen 3, página 6.

 

Finalmente, como una develación se nos presenta los versos citados en la hoja de indicaciones que solo pueden ser vistos por el intérprete, pronunciado por el instrumento y percibidos por el auditor, uno, como un canto lejano (canto derivado del melisma de la imagen 3) y el otro, como un susurro (ver imagen 4).



Imagen 4, última página.

Dicho esto, se nos es necesario volver a la problemática inicial sobre las distancias cercanas o lejas que posicionan lo musical y lo lingüístico. Acabamos de revisar dos obras que parecen intentas acortar o alargar dicha brecha comprendiendo cada fenómeno con sus particularidades y buscar las conexiones entre los lugares donde ambas confluyen, como lo pueden ser la percepción humana y el texto. ¿Por qué digo esto? En “Nada” se nos propone vaciar la voz de lo significativo, lo semántico, pero que por su propia carga connotativa se nos manifiesta, también, como un libro con múltiples entradas y salidas y es por el texto, como soporte que contiene símbolos que refieren a palabras, alturas, indicaciones, silencios, etc. que emerge esa nada, pues […] la ausencia de un significado concreto, e incluso de la mera capacidad de sugerir – permiten que – [..] el oyente y el lector ya no – sean – receptores pasivos de una comunicación predeterminada, sino que ellos mismos son los participantes activos en un juego con signos indeterminados (Neubauer, 1986, pág.302) . Por otra parte, y casi en sentido contrario, en “…Il remoto silenzio” hay un esfuerzo por evocar las palabras de Pavece. Estamos en presencia de un intento de superponer temporalmente ambos textos mediante una representación, no de los dicho por este sino lo que se percibe mientras sucede, sucede cuando se lee y se proyecta luego de ello. El trabajo fragmentado de la gestualidad musical del chelo toma la forma de un recuerdo, donde las ideas y sensaciones se superponen, en el que el objeto recordado aparece en la memoria como un “parafrasearlo”, como variaciones de lo percibido, donde siempre quedan esbozos de ese cuerpo-poema, desmembrado.


 

BIBLIOGRAFÍA

 

1.     Neubauer, John (1986). LA EMANCIPACIÓN DE LA MÚSICA: El alejamiento de la mímesis en la estética del siglo XVIII. Madrid, España: La balsa de la Medusa.

2.     Paraskevaídis, Graciela (1993). NADA [archivo digital]: para soprano. 1 partitura.

(2002). …IL REMOTO SILENZIO [archivo digital]: para chelo. 1 partitura.

3.     Rubio Ferrera, Ailín Melisa. (enero-junio 2020). LA INSTRUMENTACIÓN EN LA OBRA DE GRACIELA PARASKEVAÍDIS (1940-2017): ESCRITOS MUSICOLÓGICOS Y PRODUCCIÓN COMPOSITIVA. Revista de Musicología, 43, 251-278.



[1] La numeración de los versos está presente solo por fines explicativos.

[2] Ibídem ítem 1


ANEXOS






























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